Todo en este documental ha sido barnizado con el veneno de lo paradójico. Lo paradójico serpentea y comparte naturaleza con lo contradictorio, lo sorprendente, lo exagerado, lo absurdo y también lo disparatado. Todo eso late en la mirada lúcidamente extraviada de Shane MacGowan.
Con mucha más discreción pero con parecido peaje, “Natura Bizia” ha sido concebida como “Libertad” de Enrique Urbizu. Esto es, con doble versión; de un lado como largometraje para concurrir a las salas de cine y por el otro, como serie, en este caso en forma de 8 capítulos, que será emitida por ETB.
Al margen de las diferentes capas que sostienen este documental, dos polos intensos imponen su naturaleza. Uno, lo representa la realizadora y guionista Marina Lameiro. Ella, su mirada, planifica y resuelve un encargo: dejar huella de la última gira de Berri Txarrak.
Aunque en su título el documental se pregunta por el paradero de Mikel Zabalza, natural de Orbaiceta y conductor de autobús en Donostia, asesinado en 1985, la figura que emerge y en cuyo devenir se manifiesta el desgarro del abuso de la violencia y la ignominia de la tortura, se llama Ion Arretxe.
Como sugiere el nombre de “Hiruki”, nombre de la productora de “Enero”, lo que aquí se gesta gira en torno al concepto de tres. Tres mujeres son las principales cabezas visibles de la producción y tres mujeres, dos abuelas y la voz de la nieta, las presencias que (con)forman “Enero”, un documental de apariencia humilde y de calado enorme.
El origen de esta película deslumbrante y sutil nace de un hallazgo personal, de un tesoro desenterrado que, como todos los tesoros que de verdad han sido, vale si quien lo mira quiere y sabe apreciarlo.
Definitivamente lejos de la imagen épico-hollywoodense del Unamuno de Amenábar, este documental abraza el desesperado rigor de quienes bucean en la historia con la misión imposible de reconstruir la realidad.
Si como se nos dice en la película, “Sama” significa cielo, el título en castellano de este filme sería “para el cielo”; un trampantojo de ruinas, un espejismo de dos caras. Doble cara porque ese cielo al que se refiere se presenta bajo un ambiguo valor alegórico.
Pablo Malo dirige y se hace invisible. Y Pedro Olea, un contador de historias que a sus 82 años confiesa que guarda un montón de proyectos en su escritorio, en contra de su costumbre, se convierte en la materia del relato.
El biopic, anglicismo para designar las películas cuyo núcleo narrativo gira en torno a la biografía de un personaje histórico, tiene un amplio rango de posibilidades. En un extremo podríamos señalar el hacer de los Straub-Huillet cuando se enfrentaron al recuerdo de Bach.