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Una lectura rápida al cuento original de Andersen nos descubre un relato complejo, terrible y aleccionador. Dos horas largas del filme de Rob Marshall inspirado en el cuento de Andersen, nos aportan un fútil, previsible y aburrido constructo que se mantiene a flote por sus efectos especiales y por la presencia de una Halle Bailey que merecería haber dado con un verdadero cineasta, no con un coreógrafo.

En “Los lunes al sol” (2002), Fernando León de Aranoa ponía en boca de Santa (Javier Bardem) una cáustica lectura sobre los cuentos de hadas. Era, la suya, una mirada aparentemente procaz y crítica -en general recibida con sonrisas de complicidad por un público afín- sobre el maniqueísmo simplista de cierta manera de entender los relatos tradicionales.

Tras el confinamiento, con la reapertura de las salas, “Pinocho” (a)pareció como la gran esperanza para que el sector comercial de la exhibición cinematográfica pudiera recuperarse. Formaba junto a “Pocahontas” y “Tenet”, la trinidad de la esperanza.

Con los setenta años a la vuelta de fin de año, Spielberg representa la esencia del cine de Hollywood de las últimas cinco décadas. Lo ha sido casi todo y de casi todo tiene mucho. Multimillonario, multi-premiado, señor de Los Angeles y director de culto. El solo recuerdo de sus películas le precede y le salva de una obviedad: el cine del emperador Spielberg lleva tiempo tejido por harapos de lujo.