Formalmente irreprochable, «El asesino» ha sido filmada con la precisión de un geómetra esclavizado por el lujo. En esta «still life» la poderosa sombra de Netflix vuelve a ser sospechosa de banalizar lo que toca en aras al éxito de audiencia.
Paloma Zapata, (Murcia, 1979), directora de «La Singla», estudió Bellas Artes, fundó su propia productora, «La Fábrica Naranja, y lleva inmersa en el mundo de la música desde sus primeros pasos en el lenguaje audiovisual, allá por el comienzo de los 2000.
Como la protagonista de «Vidas pasadas», la guionista y directora Celine Song dejó su Corea del Sur natal para, en compañía de sus padres, buscar en Occidente, en Canadá, un mayor recorrido para sus vidas profesionales.
Construido sobre una novela basada en la realidad ese maestro, que promete el mar, existió en la España republicana que hizo de la enseñanza laica una cuestión de principios. Con su recuerdo, Patricia Font desarrolla un relato conjugando dos tiempos.
Como Jorge Oteiza, Hayao Miyazaki (5 de enero de 1941) se abrazó a la senectud antes de cumplir los sesenta años. Quiso hacerse viejo antes de serlo. Así pues, se convirtió en (venerable) patriarca al anunciar que su tiempo ya había acabado. Investido con los atributos que se presupone a la ancianidad, entre otros, la sabiduría y el cansancio; el autor de «La princesa Mononoke» lleva años diciendo que se va, que su obra ya ha concluido.
Aunque todos y cada uno de los recovecos que conforman esta biografía levantada sobre la novela de Gerard Jofra, el hijo mayor de Eugenio, huelan a verdad, David Trueba no puede evitar la sospecha de que su acercamiento al famoso humorista catalán ha sido forjado con el hándicap de excesivos filtros.
Si se atiende a su sinopsis, el guión coescrito por Walter Salles, Rafa Russo e Isabel Coixet a partir de la novela de Hernán Rivera, resulta muy sugestivo, esperanzador. En él se percibe una cinefilia de libro, hay pasión de folletín, personajes con evolución dramática y un contexto histórico único ubicado en el Chile que pasó de la utopía de Allende al infierno de Pinochet. Lo tiene todo.
Con un enterramiento Martin Scorsese inicia este relato oscuramente epifánico. Se trata de un duelo, un sepelio tan simbólico como unívoco. La víctima es la pipa de la paz de la nación Osage. Con su inhumación, se preludia la muerte de una lengua y el final de un pueblo.
La imagen más repetida, ¿responsabilidad de los tres directores?, muestra a C.Tangana en una composición deudora de la arquetípica escena de la última cena. Ahora bien, no estamos ante la procacidad combativa del Buñuel de «Viridiana», no hay aquí el más mínimo asomo de beligerancia iconoclasta.
Thomas Cailley, «Les combattans» (2014), pone en mano de Romain Duris y Paul Kircher una historia que se intuye de dónde parte pero de la que nunca se termina por saber a dónde quiere ir. Ejemplo de lo primero, ese ser y saber, lo da el personaje más joven, un Kircher que aporta una interpretación orgánica de enorme fisicidad hasta hacer creíbles sus permutaciones.