Ante propuestas como “Leto” surge la decepción de percibir que, pese a su calidad, brillantez y rigor, el público le hará muy poco caso. De hecho, llevaba meses esperando ser estrenada. Tan poco confían en ella que ni siquiera se han molestado en doblarla al castellano. Tanto mejor. Así los pocos que decidan verla podrán disfrutarla en versión original, en ese ruso armónico y áspero, del que aprenderemos que “Leto” significa verano.

Si se desmenuzan los créditos del filme, le será dada a la persona curiosa y paciente entresacar un detalle relevante con el que se ilumina lo que “Gloria Bell” pretende y ha pretendido. Hablamos de la presencia en la producción de Pablo Larraín. El director chileno de Tony Manero (2008); Post Mortem (2010); No (2012); El Club (2015); Neruda (2016) y Jackie (2016) ha construido una filmografía nada convencional, atravesada por cierta angustia y con un posicionamiento distante que condena al público al extrañamiento.