Javier Elorrieta (Madrid, 1950) se sale del catálogo del cine español. Verso libre en un panorama abonado por las familias y los amigos, Elorrieta resulta inclasificable e inencasillable. No porque desprenda ansias de autoría sino por todo lo contrario, ansía gustar, gustar a cualquier precio, a toda costa.
El 12 de agosto de 2000 la explosión accidental de un torpedo provocó el hundimiento del submarino nuclear K-141 Kursk. El eco siniestro de aquel incidente destila el barniz de verosimilitud oportuno para esta fabulación sobre la IA y sus peligros, de la que se ocupa la última “Misión imposible”.
A “Un blanco fácil” lo que le da sentido, le aniquila. Basada en hechos reales, una vez más, la servidumbre a lo inmediato y el miedo a la posible denuncia si se proyectan acusaciones nominales al poder -con o sin pruebas-, terminan por matar a la verdad. Es muy probable que los hechos, en su inmensa mayoría, transcurrieran como Jean-Paul Salomé muestra.
Se ha recibido a “El maestro jardinero” como la entrega final de una trilogía formada junto con “El reverendo” (2017) y “El contador de cartas” (2021). Se olvidan de que Paul Schrader permanece siempre encadenado a sí mismo, siempre atravesado por la misma angustia. Su cine parece un rosario que cuenta a cuenta, recita la misma letanía: un lamento epifánico sobre la redención y la culpa.
Cuando secuencia a secuencia, quiebro a quiebro, “La desconocida” se acerca a su último minuto con un plano largo de inequívoco sabor a despedida, el público percibirá que si al comenzar la película nada sabía de “La desconocida”, cuando el filme ya agoniza, sigue sabiendo muy poco de ella.
Aunque solo sea por los buenos tiempos que Neil Jordan nos ha regalado, podemos incluir en ellos desde “Mona Lisa” a “Entrevista con el vampiro”, de “Michael Collins” a “Juego de lágrimas”, sería una imperdonable descortesía no prestar atención a sus nuevos trabajos. Cierto es que Jordan, que acaba de cumplir los 73, hizo lo mejor de su cine en el siglo XX, cuando su Irlanda natal se desangraba en una lucha fratricida.
Un principio fundamental para quienes se dedican al oficio del cine les/nos recuerda que lo que en el papel -en la pantalla del ordenador- no se asienta con firmeza, la gran pantalla del cine nos lo arrojará a la cara. En “Fatum”, o sea en el destino, el hado, la “Moira”, hay síntomas de mala digestión.
Este “Novembre” y “Un año, una noche” de Isaki Lacuesta, estrenadas el mismo año, 2022, funcionan como una bisagra demoledora sobre nuestra imposibilidad para abismarnos en el horror.
Se dice que Quentin Tarantino, referido como si su criterio fuera la voz del juez supremo, afirmó que “Big Bad Wolves”, el filme israelí en el que se basa el remake de Gustavo Hernández, fue “la mejor película del año”. Como siempre, el autor de “Kill Bill” exageraba, pero como siempre, con buen olfato.
De bandera danesa pero aflicciones iraníes, “Holy Spider” parece adentrarse en parecido terreno al que dio a Bong Joon-ho su proyección internacional: “Memories of Murder” (2003). Como se recuerda, o como se puede rastrear, el director de “Parásitos” emitió señales inequívocas de su talento con un oscuro “thriller”…