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Han pasado casi 17 años desde el estreno de “Paradise now”, la obra con la que despegó la carrera fílmica del director palestino Hany Abu-Assad. Quienes no hayan olvidado la angustiosa atmósfera que presidía la crónica de los suicidas musulmanes que se autoinmolaban convertidos en bombas andantes, volverán a sentir en “La traición de Huda” parecidas sensaciones, idénticos miedos.

Cuatro historias y un “leitmotiv” articulan este filme de filmes que ganó el Oso de Oro a la mejor película de la Berlinale 2020. Se trata de cuatro relatos atravesados por la mancha que salpica a los sayones, o sea el sentimiento de culpa que muerde a los encargados de ejecutar a los reos de la ley sabedores de que la ley no coincide con lo que cabría esperar de la justicia.

El pretexto argumental de El insulto no sorprende. Quiere mostrar esa espiral de ofensas y tensiones que comienzan con una estupidez venial y culminan con una batalla sangrienta. Como en El hombre de al lado (2009) de Cohn y Duprat, lo que arma de sentido con vocación aleccionadora a El insulto, tiene como centro de acción un enfrentamiento vecinal.