En sus primeros pasos, cuando un puñado de jóvenes alemanes, sin sentimiento de culpa por el pasado reciente, reclamó la necesidad de poder expresarse cinematográficamente, Win Wenders (Düsseldorf, 1945) no creía en el relato.
Como Jorge Oteiza, Hayao Miyazaki (5 de enero de 1941) se abrazó a la senectud antes de cumplir los sesenta años. Quiso hacerse viejo antes de serlo. Así pues, se convirtió en (venerable) patriarca al anunciar que su tiempo ya había acabado. Investido con los atributos que se presupone a la ancianidad, entre otros, la sabiduría y el cansancio; el autor de «La princesa Mononoke» lleva años diciendo que se va, que su obra ya ha concluido.
Con frecuencia Hirozaku Kore-eda construye sus películas con la mirada puesta en sus ancestros cinematográficos. Podría dar lugar a un revelador estudio desenterrar de su filmografía las reliquias provenientes de autores como Ozu, Naruse y Mizoguchi, entre otros, con los que su cine se hizo grande. Por más que Kore-eda les de la vuelta.
Ninguneada por buena parte de la crítica y premio a la mejor dirección en el SSIFF de 2022, “A Hundred Flowers” se legitima con los mejores predicamentos del universo anime. Posee ese toque “hiperemocional” del género, algo menos que un lenguaje, mucho más que un medio pero, al escenificarlo con actores, se adivina que Genki Kawamura no tendrá fácil llegar a su público, ese que mejor sabría apreciar su primera película como director.
Más allá de su espectacular belleza, de su virtuosismo animado y de su extraordinaria calidad, con “Suzume”, Makoto Shinkai expone e impone ese impulso extraordinario que la mayor parte del arte del siglo XXI ha perdido. Hablamos del don de la pasión, de ese poder y deber de saber conmocionar.
Aunque formalmente en nada se parezca la película de Yasuhiro Yoshiura a “Ghost in the shell” (1995) de Mamoru Oshii, un cordón, apenas perceptible, une ambos relatos y da noticia del cambio de sensibilidad e intereses entre el final del siglo XX y el tercer decenio del siglo XXI. Por edad, Yoshiura podría ser hijo de Oshii.
Más de mil episodios le preceden, compilados en un centenar largo de volúmenes manga que empezaron a editarse en 1997. Sus ventas son multimillonarias y su autor, Eiichirō Oda, luce el récord de haber vendido más de 500 millones de copias de su criatura sin determinar el incontable “merchandising” y sus múltiples manifestaciones.
Aunque los cimientos sobre los que se construye “El rey ciervo” provengan de la obra de Nahoko Uehashi, reconocida narradora de literatura fantástica y autora entre otros relatos de “Moribito”; la sombra de “La princesa Mononoke” sobrevuela y vigila de manera omnipresente todos y cada uno de los intersticios de esta versión en anime de “El rey ciervo”.
Sin golpes en la mesa ni hitos deslumbrantes, Mamoru Hosoda ha conseguido lo que pertenece a los artistas más extremos. Recapitulemos. En las postrimerías del siglo XX, se impusieron autores como Otomo, Oshii, Kon, Kawajiri y Anno.
Levantada a partir de uno de los relatos cortos de Haruki Murakami, “Hombres sin mujeres”, Hamaguchi ha concretado uno de esos filmes inmensos e imperecederos; un hermoso largometraje de tres horas que justifica su duración con el argumento irrefutable de su capacidad para conmover.