Aunque para la generación de Sam Raimi, 1981 parezca ayer, 42 años separan esta “Posesión infernal” de la que le vio nacer. Aunque la trama argumental, las estructuras del relato, los fundamentos y hasta las intenciones puedan parecer idénticas, nada es lo mismo por más que ahí sigan Bruce Campbell, solo su voz, y, entre las sombras de la producción, el propio Sam Raimi.
Merecedora de elogiosas críticas que bandearon su estreno, con Crudo se vive el pernicioso efecto de los superlativos generosos. Una cosa es certificar que Julia Ducournau, su joven realizadora, 33 años, evidencia unas sugerentes y bien construidas maneras, y otra, calificar a Crudo de película extraordinaria. No lo es, pero podría haberlo sido. Y eso cabrea.