“El hotel a orillas del río” representa ese cine condenado a pasar de puntillas por las salas de cine, tras haber triunfado en todo festival por el que ha estado. Una paradoja que mide la temperatura cultural de nuestro tiempo. Su escaso éxito comercial es menos doloroso que la clamorosa evidencia del fracaso social al que ha llegado el sector de la exhibición cinematográfica y, sobre todo, el público.

Cuando La directora libanesa Nadine Labaki presentó en mayo de 2018, “Cafarnaun” en Cannes, festival del que salió bendecida por el público y beneficiada por el palmarés, afirmó algo así como “prefiero hacer pornografía emocional antes que ser cínica”.

Del cine de Vietnam rara vez se sabe algo y, aunque “La tercera esposa” viene tras recorrer festivales cosechando premios bajo esa bandera, conviene puntualizar que su guionista y directora, Ashleygh Mayfair, aunque vietnamita de nacimiento se licenció en Literatura Inglesa en Oxford, estudió en la Royal Academic of Dramatic Arts de Londres y lleva algún tiempo trabajando en EE.UU.

En los penúltimos compases de “Tres caras”, en una conversación entre la actriz protagonista y uno de esos personajes que parecen fundirse con el polvo del paisaje, a la petición de que el director de la película, que se representa a sí mismo en este filme, se ponga en contacto con un viejo actor, la actriz le señala la dificultad del encargo.

Cuando la última llamarada de “Burning” se pierde en la distancia, segundos antes de que comiencen los créditos de clausura, empieza en el interior de cada espectador/a una sensación de desconcierto. ¿Qué es lo que se ha visto? Sin duda mucho más de lo que parece. Y, desde luego, lo que parece es mucho.

Como si obedeciese a un plan férreamente establecido, Hirokazu Kore-eda, con cada nueva entrega, mueve una pieza más en su decidido afán de revisitar el legado del cine clásico japonés. Se trata de una reescritura del hacer de sus predecesores donde no queda claro si pesa más la admiración o el rechazo.

Maha Haj ha trabajado con Elia Suleiman (“The Time that Remains”). Para quien no lo conozca, este dato nada dirá pero señalemos, por ejemplo, que Elia Suleiman, palestino nacido en Nazareth, como los protagonistas de este filme, sabe combinar desde el humor, el ácido corrosivo de la crítica política, con la observación compasiva de la condición humana.

No hay que equivocarse, Your Name, preñada de una carga sentimental capaz de fundir el hierro, es cualquier cosa menos una película meliflua. Su romanticismo sabe y bebe de la tragedia. Y su sencillez no le impide encarar un argumento enrevesado capaz de jugar con los tiempos y los espacios en una suerte de paradoja cuántica que hace fácil lo incomprensible y legible el palimpsesto que su guión cultiva en la cara oscura de su núcleo duro.

Tras la muerte de Abbas Kiarostami, uno de los grandes cineastas del nuestro tiempo, si algún nombre está llamado a ocupar su lugar, ese (cor)responde a Asghar Farhadi. Al contrario que otros compatriotas, Farhadi no trata de imitar a Abbas. Su estilo en nada se le parece. Sin embargo comparte con el autor de El sabor de las cerezas, una voz tan inconfundible como propia.