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Aunque los hechos que acontecen en «How to have sex» los vivió su narradora en la España turística de ahogos etílicos y desahogos sexuales, tierra quemada de desfogue e iniciación a la que se entregan los adolescentes británicos (y no británicos) con oceánica sed de todo; la guionista y directora Molly Manning Walker, decidió ubicar la neblina de sus recuerdos en Malia.

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Sin Paul Mescal y Francesca Corio, “Aftersun” hubiera sido una película completamente distinta. Una de sus mayores virtudes mana de la sinceridad que transmite, de la autenticidad que supura. Todo surge del entendimiento entre Mescal y Corio; sus miradas echan fuego, sus movimientos hacen coreografía de la no impostura. Del primero, Paul Mescal, ya se sabía que era un notable actor.

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Lukas Dhont (Gante, 1991), pertenece a la categoría de directores que empiezan con buen pie sabedores de que su irrupción, su emergencia, coincide con el signo de los tiempos. Su anterior y primer largometraje, “Girl” (2018) impuso con autoridad la fuerza de una reflexión sobre la identidad sexual, la danza y los sentimientos, un discurso que tenía en su principal actor, Victor Polster, un acierto decisivo.

En “Las ventajas de ser un marginado” (2013) Stephen Chbosky no solo adaptó y dirigió su propia novela, “The Perks of Being a Wallflower”, sino que abrió un territorio diferente al cine protagonizado por adolescentes. A este escritor y realizador de cine, nacido en Pittsburgh hace 51 años, no le interesaban ni los excesos juveniles hechos de rebeldes de poca causa y mucho miedo, ni los “Porkys” prealcoholizados.

En “Libertad”, película que inauguró la sección oficial de una Seminci 2021 sólida y diversa, convergen dos líneas argumentales, un precedente y una mirada homogeneizadora. El precedente fue el cortometraje “El adiós”, con el que Clara Roquet ganó la Espiga de Oro de su modalidad en 2015. En cierto modo, los ecos de aquel funeral se repiten en esta su primera película de larga duración. 

Jonás Trueba ha querido distanciarse de sus raíces desde su nacimiento. Nada en su trabajo quiere evocar el hacer de los Trueba que le han precedido. Mejor para él,aunque no siempre lo consigue. Pero aunque solo fuera por ello, por intentarlo, habría que reconocerle a Jonás Trueba un evidente mérito.

La inocencia a la que hace referencia el título no obedece a la de la niñez, sino a la de una pubertad “peterpanizada” que ni sabe, ni quiere madurar. Poco importa que su protagonista haya deambulado por el camino del sexo, las drogas y la música dance; ella, a sus quince años, se mueve como una irresponsable que sueña con ser una estrella circense y que prueba su habilidad colgada como un vampiro en las barras de los columpios infantiles.