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En “La ciudad perdida”, deshilachada copia de “Tras el corazón verde”, Sandra Bullock salvaba los muebles del proyecto porque, durante unos minutos, Brad Pitt aparecía en su ayuda. El filme de los hermanos Nee evitaba el siniestro total gracias a un cameo largo e irreprochable del “Aquiles” de “Troya”.

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Estrenada de soslayo en cines pero acompañada con los clarines de honor de la plataforma que la creó, Netflix, “El agente invisible” ofrece un impagable testimonio del signo de los tiempos. Los hermanos Russo dejan el universo Marvel para abrazar el mundo del thriller de acción. Así, lo que empezó con 007 y alcanzó con el cambio de siglo su excelencia a través de la saga Bourne, encuentra en “El agente invisible” la sublimación de esa naturaleza de coreografía de violencia y muerte.

Aunque resulta innegable que Saeed Roustayi se desmarca del canónico cine iraní de mirada reposada y paisaje árido, cine de poesía rural y dilemas éticos, conforme avanza este thriller de policías y narcotraficantes más evidente resulta que el motor que mueve “La ley de Teherán” coge la epidermis del noir occidental para hablar de su país de origen.

El metaverso todo lo impregna, todo lo justifica, todo lo traga. Cree en él Mark Zuckerberg, el factótum de Facebook, uno de los dueños del mundo. Se sabe que en el metaverso y los mil y un avatar, ha puesto toda su fortuna. Y como hay muchos intereses en juego y es mucho lo que se juega, la industria del espectáculo secunda con fervor lo que se supone va a ser el mundo que está por llegar.

En 1986 Chernobil se abismaba en el holocausto nuclear. En esos meses EE.UU. bombardeaba Libia y la América que habla español se veía atravesada por “senderos luminosos” de sangre y fuego. También ese año, en el país del reloj de cuco, moría Borges, cerca de donde, once años antes, se despidió Chaplin.

Concebida como una ópera épica -solemnidad sobre esplendor, ritualización sobre impostura, todo cuanto se da cita en “El hombre del norte” reclama el exceso y la excelencia. Su historia, con la que Shakespeare alumbró hasta devorar en demencia a “Hamlet”, abruma y desarma por su esencialidad.

La joven vecina de al lado -ese era el principal encanto de la Sandra Bullock de sus inicios-, ya ha cumplido 57 años. Pero ni se da por aludida ni parece dispuesta a renunciar a perpetuarse en personajes que mezclan la acción con la comedia romántica pese a que ha anunciado que, tras este filme, se dedicaría un tiempo al cuidado de sus hijos.