El títere de un dios vengativo

Título Original: NOAH Dirección: Darren Aronofsky Guión: Darren Aronofsky y Ari Handel  Intérpretes:  Russell Crowe, Jennifer Connelly,  Ray Winstone, Emma Watson, Logan Lerman, Anthony Hopkins, Douglas Booth y Nick Nolte  Nacionalidad: EE.UU.  2014    Duración:  138 minutos ESTRENO: Abril 2014
 
Darren Aronofsky no es un cineasta acomodaticio, ni acomodado. Desde su primer largometraje, Pi (1998), una pesadilla matemática en la que se (con)fundían la cábala judía con el tiempo de la informática y la revolución de lo binario, se hizo evidente que para Aronofsky todo era cuestión de número y sentido. Todo era territorio imposible donde se abrazaban la razón y el misterio. Evocando ese número pi, alumbrado por la relación ¿esotérica? entre la longitud de la circunferencia y su diámetro, el cine de Aronofsky se supo de inmediato que no temía adentrarse allí donde mueren los cineastas más obsesivos. Réquiem por un sueño (2000), con un montaje sincopado en su recta final, en el que se mostraba el descenso al infierno de sus cuatro protagonistas, confirmó que Aronofsky no evitaría el exceso.
Excesivas, por diferentes razones fueron La Fuente de la Vida (2006); El luchador (2008) y Cisne negro (2010). Con ese recorrido, el anuncio de que iba a inmolarse con Noé, fue una sorpresa a medias. ¿Qué se puede hacer con un personaje “sagrado” de cuya verdad esencial apenas tenemos un periplo simbólico y una anécdota curiosa? Con ese material, John Huston pintó un extraño fresco épico en tiempos de cartón piedra y resignificación de lo histórico.
En plena era post-ciberpunk, Aronofsky se inventa un Noé salido del muestrario del Peter Jackson del Hobbit y con tribulaciones sacrificiales prestadas por Abraham. Todo muy en las antípodas del sentido común. Todo altamente inapropiado. Sin duda, este Noé de sobrepeso y congoja, toma la Biblia en vano. Pero, ajeno a los quebrantos ridículos que dicen sentir los ortodoxos judíos, católicos y musulmanes; lo decisivo es que Aronofsky se sirve de Noé como pretexto para reiterarse en su universo. El problema es que el pretexto, Noé y el diluvio universal, lastran, usurpan y distraen la reflexión sobre la desorientación del ser humano. Ese animal racional que, como bien se establece en su segundo filme, Aronofsky percibe como un Sísifo errante que sueña con la felicidad para despertar siempre en medio de un naufragio. 
 
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