Solo en el mar

Título Original: ALL IS LOST Dirección y guión:  J.C. Chandor Música: Alex Ebert Fotografía: Fran G. DeMarco Montaje: Pete Beaudreau Intérpretes: Robert Redford Nacionalidad: EE.UU. 2013 Duración: 106 minutos ESTRENO: Febrero 2014

Cien minutos permanece Robert Redford solo ante la cámara. Cien minutos en los que J.C. Chandor trata de confirmar lo que su ópera prima, Margin Call (2011) había prometido: que alberga en su interior a un buen cineasta. Para colmar las expectativas, Chandor (se) lo pone difícil; echa mano a casi nada. Un actor, el mar y una embarcación a la deriva que hace aguas. Perdido, incomunicado, en una ruta por la que nadie pasa, el final resulta predecible: la suya es una espera desesperada. Guionista antes que director, Chandor debutó con un filme de ecos extraídos de los grandes melodramas de Shakespeare y con el punto de mira obsesivamente fijado en la crisis económica mundial. O sea comprometiéndose con la actualidad a través de un lenguaje intemporal, clásico e inequívocamente adulto. Probablemente Margin Call sea una de esas obras a las que habrá que regresar en el futuro cada vez que nos refiramos a las mejores películas que hablaron de la hecatombe de Wall Street al final de la primera década del siglo XXI.
Al hablar de este atípico trabajo vienen a la mente películas próximas con su trasfondo. Frente a ellas, a diferencia de ellas, de La vida de Pi a En solitario, la obra de Chandor vence porque nada sabe de concesiones ni de trampas. Chandor sumerge al espectador en una claustrofóbica situación; la inminencia de un irremediable hundimiento. Si en lugar de contar con Robert Redford para el único personaje de esta película, hubiera escogido a un desconocido, estaríamos ante un ensayo desconcertante, aterrador. Evidentemente la necesidad de afrontar los gastos de la producción, exigieron una estrella. Y aunque Redford cumple lo que el personaje le pide, el público no puede evitar el recrearse con la fortaleza física del veterano protagonista de Las aventuras de Jeremiah Johnson (1972). Un lastre ¿excesivo? que ancla la capacidad de sugerencia de un relato simbólico y abstracto en el que el héroe, convertido en el único hombre, solo lucha por mantener la vida.
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