Sinfonía sin emoción
Título Original: GRAND PIANODirección: Eugenio Mira Guión:  Damien Chazelle Intérpretes: Elijah Wood, John Cusack, Kerry Bishé, Tamsin Egerton, Allen Leech, Dee Wallace, Don McManus y  Alex Winter Nacionalidad: EE.UU. 2013 Duración:  80 minutos ESTRENO: Noviembre 2013
 
Desde los títulos de crédito, el interior de un piano captado a través de una mirada que juega con los desenfoques y con los tamaños; o sea con las deformaciones que provoca la intersección de ambos recursos, se nos informa que aquí hay un director de pasión y cinefagia. Incluso ese detalle, arrancar con las credenciales en cuyos resquicios descansa la clave del filme, delata unas fuentes que saben del cine manierista de los años 50. El que surgió tras la segunda guerra mundial con el deseo de olvidar el horror y sabedor de que nunca más sería posible la inocencia. Ese cine que tiene en Alfred Hitchcock su máxima autoridad, su mayor referencia. Es decir, Grand Piano se construye sobre la idea del juego malabar, sobre el exceso y el espejismo. Nada es realista, nada pretende buscar la verdad. En su lugar se impone el arabesco, el falsete, la ceremonia. Grand Piano, lo avisa desde su título, es puro guiñol, grand guignol para ser precisos. 
Ahora lo más sorprendente es ver al frente de este artefacto a un cineasta español, Eugenio Mira respaldado por un reparto de Hollywood: John Cusack, Elijah Wood, … Es posible que muchos no tengan noticia de sus dos primeras aventuras: The Birthday (2004) y Agnosia (2010). Las dos se estrellaron en medio de malas críticas y pocas visitas.  A diferencia de los fracasos de Mira, el segundo más inmerecido, Grand Piano no surge de su voluntad, proviene de la complicidad de otro cineasta español que juega en la liga americana, Rodrigo Cortés (Buried, 2010). Un encargo que se inscribe en esa extraña categoría de cine hecho por  españoles en EE.UU y/o con estrellas norteamericanas.  Toda una categoría en la que hay que apuntar incursiones de directores como Borau, Luna, Trueba, Alex de la Iglesia,… El resultado en todos los casos provoca extrañamiento. 
Esa singularidad adquiere en Grand Piano unos perfiles irregulares y un tono contrahecho. Posee un guión abradacabradante, insostenible. Haría falta un director de roca para conducir este guión de arrabal que avanza hacia el naufragio. El suspense no cautiva, los actores desconfían y la producción deja entrever una política propia del actual ministro de educación: de ruina. Y sin embargo, Eugenio Mira trata de evitar la mediocridad aunque sea para inmolarse con esta traca de humor negro.
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