Ángel y/o demonio

Título Original: FLIGHT Dirección: Robert Zemeckis  Guión:  John Gatins Intérpretes: Denzel Washington, Kelly Reilly, Don Cheadle, Bruce Greenwood, Brian Geraghty, John Goodman, Nadine Velazquez  y  Melissa Leo Nacionalidad: EE.UU. 2012     Duración:  138 minutos ESTRENO: Febrero 2013

Doce años después de Náufrago, película tras la que Zemeckis inició en una serie de aventuras, cuando menos insatisfactorias, en sus resultados artísticos:  Polar Express (2004), Beowulf, (2007) y Cuento de Navidad (2009); el autor de Forrest Gump y de la trilogía Regreso al futuro, esboza un intento de recuperar el/su tiempo perdido. En ese sentido, El vuelo puede verse como un filme nacido para brillar, construido para que Zemeckis pueda resituarse en el pabellón de los “grandes” directores de Hollywood al lado de sus amigos. Un repaso al elenco actoral, encabezado por Denzel Washington, también necesitado de reaparecer, y un examen a los medios utilizados en El vuelo, nos avisa de que estamos ante un filme, como dice Jordi Costa, con ambición de Oscar, con sed de triunfo.
A los veinte minutos de su arranque, Zemeckis ha desplegado lo mejor de su repertorio. Para entonces hemos asistido  un despertar en el que, sin apenas explicaciones, le es dado al público entender la encrucijada del piloto protagonista de este filme, sus debilidades, su fracaso matrimonial y su desvarío. Para entonces, el espectador se encuentra cabeza abajo como todos los pasajeros del avión que trata de controlar. La factura técnica y el brío de los efectos especiales hacen pensar en estos veinticinco primeros minutos en el Zemeckis más audaz; aquél en el que la acción condicionaba la reflexión. Pero no es esa la deriva que toma Zemeckis sino que, tras el fogonazo del accidente, se abraza el drama hiperbólico. Con el se monta un previsible ensayo en torno a la redención y la culpa.  Aquí, Zemeckis pasa de la ingenua obscenidad y turbia moral(ina) de las imágenes iniciales, imágenes que gratuitamente muestran la  desnudez de la compañera de cama de un Denzel Washington pudorosamente tapado, a desembocar en un proceso de penitencia y perdón. Discutible procacidad que juega a cine radical  cuando lo no es sino un convencional recordatorio sobre los peligros del exceso. Un sermón que, tras insistir en que un hombre caído puede protagonizar actos heróicos, culmina con una pregunta sobre el ser. Buena pregunta, exclama a modo de colofón el personaje de Washington. Tal vez lo sea, pero eso no evita que El vuelo se deshaga conforme el melodrama impone su dominio.
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