La domadora y el boxeador

Título Original: De rouille et d´os Dirección: Jacques Audiard Guión: Jacques Audiard, Thomas Bidegain, Craig Davidson Intérpretes: Marion Cotillard, Matthias Schoenaerts, Célline Sallette, Bouli Laners Armand Verdouse Nacionalidad: Francia y Bélgica. 2012 Duración: 120 minutos ESTRENO: Diciembre 2012


De óxido y hueso, filme de Jacques Audiard acometido tras el incontestable éxito de El profeta, provoca una sensación de incomodidad. Argumentalmente, su relato se sabe intenso, poderoso. Actoralmente, cuenta con dos intérpretes en estado de gracia. Y de Audiard, del autor de De latir mi corazón se ha parado, sabemos que mueve la cámara con un estilo seco y cortante; preciso y voraz. O sea, teniéndolo todo, De óxido y hueso se rompe por ese exceso de lo abundante; por la sensación de agotamiento argumental en el que, por acumulación de ideas, naufraga el motor principal. Audiard pone tantas cosas y con tanta intensidad que no acierta a definir cuál es la verdadera naturaleza de esa suerte de melodrama romántico que se tiñe con los aires funestos de la discapacidad por accidente, bebe de las aguas del noir francés e incluso se zambulle en las gélidas aguas de la tragedia paterno filial. El centro del seísmo que agita la desesperación de sus dos principales protagonistas reside en la insatisfacción, una especie de angustia existencial sin reflexión intelectual por parte de sus afectados. El y ella, una deriva contemporánea de la pareja esencial que absorbe de Romeo y Julietta la pulsión sexual y de Bonnie y Clyde la adrenalina del abismo de la violencia, aparecen como una referencia radiográfica del desbrujulamiento emocional de los hombres y mujeres de la Europa del presente.  
Ella amaestra orcas, es una suerte de coreógrafa de cetáceos en espectáculos para familias en vacaciones. Él, aparece como una especie de gladiador contemporáneo; o sea, carne de gimnasio que trabaja como portero de discotecas y carga con un hijo a cuestas fruto de un matrimonio fracasado. Audiard no arroja demasiadas pistas sobre la amargura de sus dos náufragos. Prefiere dedicarse a mostrar sus desesperados intentos para mantenerse a flote, sus encuentros sexuales y sus desencuentros emocionales. Ella, la domadora, deberá cumplir con su misión. Él, el guerrero, aprenderá a luchar por lo que merece la pena.
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