El letal peso de la literatura


Título Original: TODOS TENEMOS UN PLAN Dirección y guión: Ana Piterbarg  Intérpretes: Viggo Mortensen, Soledad Villamil, Daniel Fanego y  Javier Godino   Nacionalidad: España, Argentina y Alemania. 2012  Duración:  117 minutos ESTRENO: Septiembre 2012


La presencia de Viggo Mortensen determina todo lo que hay en un filme que parece conocer bien los meandros literarios de narradores puros como Borges y Cortázar. Acorde con ello, el fundamento argumental de Todos tenemos un plan se intuye poderoso. En esencia el plan de la realizadora, Ana Piterberg, consiste en desmenuzar la fatal cadena que une a dos hermanos gemelos. Poco a poco Piterberg nos hace saber que tuvieron una infancia común y un aprendizaje vital que (de)mostró cómo lo idéntico físicamente no es sino un disfraz engañoso que envuelve una notable ¿diferencia? interior. Separados durante años, los dos hermanos desempeñan en el tiempo presente roles muy distintos. Uno vive en la tierra pantanosa de sus orígenes, en medio de un paisaje cruzado por la violencia y la sangre; terrible escenario que él vive desde la distancia ocupado por la apicultura. El otro, médico de profesión, casado y en vías de adoptar a un hijo que no puede tener, se siente demasiado cercano a una realidad que le asfixia.
Con ellos y para ellos, sin adentrarnos en el territorio que conforma su argumento, cabría esperar una radiografía precisa y profunda sobre la idea del doppelgganger, un tema fascinante que ha ocupado el interés y la obra de autores tan distantes como Cronenberg y Kurosawa, por citar dos ejemplos radicalmente diferentes en sus naturalezas. Sin embargo, la película de Piterberg se ve abocada a una sucesión de anécdotas de escaso fundamento dramático y de irrelevante atractivo fílmico. La realizadora que tan sugerentes ideas como guionista acertó a cultivar, se malogra ante la incapacidad de dotar de coherencia y verosímil la evolución de unos personajes que pronto devienen en marionetas sin aliento vital.
No estamos tanto ante un obra insustancial como ante un filme mal resuelto. Piterberg dilapida una herencia que tiene sus mejores referentes en el mundo de la literatura, incapaz de encontrar ese puente que lleva de la palabra escrita a la luz y sombras de la pantalla
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