De la culpa a la venganza
Dirección: Marc Webb Guión: James Vanderbilt; basado en los personajes de Steve Ditko y Stan Lee Intérpretes: Andrew Garfield, Emma Stone, Rhys Ifans, Martin Sheen, Sally Field, Denis Leary, Campbell Scott  y Chris Zylka Nacionalidad: EE.UU. 2012   Duración:  136 minutos

De escaso interés cinematográfico, este Spiderman que toma el relevo a la trilogía de Sam Raimi, ofrece una sugerente reflexión sobre las notables diferencias que comienzan a percibirse entre el mundo que despidió al siglo XX y el que parece abrazar al XXI.  Pese a las voces que han abundado sobre la inoportunidad de volver a recontar el origen de Spiderman, cuando todavía reverberan los ecos de la versión encarnada por  Tobey Maguire, la cuestión es que nos enfrentamos a la constatación de la caducidad extrema de los iconos culturales de nuestro tiempo. Una cruel fugacidad que hace que la memoria de los recién incorporados nada asuma del pasado. Para ellos la generación anterior es del jurásico.
Guste o no, esas son las nuevas reglas de juego que no inaugura Spiderman, puesto que Hulk antes y Batman en prodigiosa avanzadilla ya había puesto de relieve. La diferencia, si nos quedamos en Batman, es que el relevo de Burton recogido por Nolan supo, como en el mundo del cómic, insuflar nuevos bríos al personaje, a su tragedia. Pero aquí, si Raimi carece del brillo de Burton, Webb, comparado con Nolan, es insignificante aunque eficaz.
Webb, invoca a Stan Lee, rey de la Marvel, cuenta con su beneplácito “franquiciador” y recuenta el origen de Spiderman. Estamos ante una vuelta de tuerca ya aplicada en los X-men y que, en esta ocasión, se (re)asoma al origen del hombre araña en su adolescencia, en pleno desparrame hormonal. Salvo una oscura invocación sobre la turbia naturaleza de sus progenitores, alusión que se anuncia será explicada en la siguiente película, Webb se ajusta a la misma anécdota. Peter Parker vuelve a ser picado por una araña, a mutar su ADN y a enfrentarse a la muerte de su tío ante su incomparecencia. Pero lo que en Raimi cargaba la suerte en la responsabilidad y la culpa, en Webb se ocupa solo de la senda de la venganza. No hay remordimiento, ni con(s)ciencia. El Spiderman de Garfield, (La red social), a diferencia del de Maguire, se atribula menos y liga más; apenas duda y nada piensa. Pero supera al de Raimi en el vigor de las secuencias de acción. Ahí Webb, menos identificado con el posthippismo del personaje, cambia el cómic sesentero por el videojuego. Ley de vida.
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