La juez confusa y el hombre fatal
Título Original: LO MEJOR DE EVA Dirección: Mariano Barroso Guión: Mariano Barroso y Alejandro Hernández Intérpretes: Leonor Watling, Miguel Ángel Silvestre, Nathalie Poza, Helio Pedregal, Josean Benegoetxea, Adriana Ugarte y José Luis Torrijo Nacionalidad: España. 2012 Duración: 93 minutos ESTRENO: Febrero 2012

Con Mi hermano del alma, Mariano Barroso se adentraba con vigor y madurez en la ambigüedad de la llamada condición humana. Condición fraterna en aquel caso en el que Barroso se aplicaba a un perverso face to face. Un Juno levantado sobre la vieja fábula del escorpión y la rana. En el núcleo profundo de aquella agobiante historia resonaba, en el contexto de la España de los 90, la bíblica envidia y la turbia relación entre Caín y Abel. Años después, y con menos películas de las que se esperaba, Barroso repite ese juego de naturalezas antagónicas al servicio de un entramado simbólico. Ahora no se trata de hermanos sino de amantes: un hombre, un gigoló, y una mujer, una juez. Él es el cuerpo, ella la cabeza. Uno y otro perderán lo que representan bajo el celofán de un thriller policíaco que prefiere adentrarse en las áridas simas psicologistas antes que correr por la superficie alisada del noir contemporáneo.
Mariano Barroso, con la complicidad de Alejandro Hernández ha escrito un texto con vocación icónica en el que, de entrada, se parte de una inversión de los viejos roles sexistas. Su “perversidad” consiste en hacer del personaje de Miguel Ángel Silvestre, un objeto de deseo de miles de fans, una especie de hombre fatal, un “viudo negro” oscuro y mentiroso que levantará una tela de araña en la que hará perder el juicio a quien debe mantenerlo a toda costa. El filme arranca como todo thriller que se precie, con el cadáver de una joven mujer sanguinariamente asesinada. Lo que viene a continuación no es sino el camino sembrado de trampas en el que la juez que instruye el caso deberá discernir, es decir, distinguir la verdad de las falsas apariencias a través de una espiral de espejismos emocionales donde late una seducción que se presiente fatal. Barroso carga la suerte en el fuego en el cuerpo, en la reacción y relación sexual de sus dos principales protagonistas. Leonor Watling, resuelve con suficiencia y contención la compleja angustia de una mujer marcada por la figura de un padre autoritario. Miguel Ángel Silvestre asume el rol de guapo letal con problemas con la ética y la lealtad. La puesta en escena quiere volar alto pero un guión barnizado de ingenuidad y reo de lugares comunes, cercena sus alas y asfixia su ambición.
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