Pensamientos y deseosTítulo Original: LAST NIGHT Dirección y guión: Massy Tadjedin Fotografía: Peter Deming Intérpretes: Keira Knightley, Sam Worthington, Eva Mendes, Guillaume Canet y Griffin Dunne Nacionalidad: EE.UU. Francia. 2010 Duración: 90 minutos ESTRENO: junio 2011

Se ha querido reconocer en Sólo una noche, la misma disposición estratégica que Kubrick desplegó para su filme póstumo, Eyes Wide Shut. Y no faltan argumentos. Aquí como allí, todo crece en torno a lo que en realidad no ha pasado. Massy Tadjedin como Kubrick, se adentra en el paisaje del deseo, en la inaprensibilidad del pensamiento, en el espejismo de lo que pertenece a lo que (todavía) no es. Es más, tanto se parecen en su arranque, que ambos ponen en marcha el mecanismo de la sospecha en el escenario de la alcoba matrimonial. Allí, en ese paisaje de batalla en donde comienza a ser evidente que la pasión de los amantes conoció tiempos más cálidos, surge el fantasma de los celos. Y con/en la duda, se enciende la infidelidad. Pero aquí termina la posible identificación entre ambas películas. La que protagonizan Keira Knightley y Eva Mendes prefiere librarse no en los tortuosos y fantasmáticos confines de la perversión sexual sino en la más doméstica traición con el viejo novio chic que regresa del pasado y la nueva compañera sexy a la que la fatalidad le exonera de ser fatal.
Con ese argumento Tadjedin podía haberse subido al legado de Cassavettes, pero tampoco es ese su viaje. Como tampoco lo es el juego de los lados desencajados que Wong Kar-wai llevó hasta el malabarismo y la fascinación o la venganza sórdida, convertida en cadena perpetua, que el maestro Bergman convirtió en orfebrería sublime.
No obstante, con no pertenecer a ninguno de todos ellos, todos ellos se personan en algún modo en un filme que, teniendo de tantos y tan grandes cirujanos de los males del matrimonio, peca por inanición, por falta de garra aunque no de sutileza.
Sólo una noche
no es un mal filme. Al contrario, Tadjedin, cuyo mayor error es no sujetar bien a los actores y en consecuencia no alimentar los personaje inscritos en su guión, riega la película con multitud de detalles inteligentes y venenosos. Nada se deja leer de manera lineal, pero nada alcanza a mostrar con plenitud la contradicción que los conforma. Si como dijo Arthur SchnitzlerEl recuerdo es el único paraíso del que no podemos ser expulsados”, lo que cada espectador recuerde/piense de este filme, definirá su idea del paraíso.

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