La buena salud del mito

Título Original: WHEN YOU´RE STRANGE Dirección y guión: Tom DiCillo Fotografía: Paul Ferrara Música: The Doors Narrador: Johnny Depp Intérpretes: John Densmore, Ray Manzarek, Robby Krieger, Jim Morrison Nacionalidad: EE.UU.. 2009 Duración: 86 minutos ESTRENO: Diciembre 2010

Jim Morrison sigue siendo el motor esencial que llena de magia e infunde misterio a The Doors. Décadas después de su muerte Morrison, como el Che, ilustra camisetas y alumbra leyendas. Pero por más que se escriba sobre él, siempre se tiene la sensación de que la cara oscura de su biografía pertenece a lo desconocido. Morrison aventaja al Che en que, a diferencia del activista argentino, al poeta-músico le inmortaliza una música que todavía provoca una extraña sensación, algo hipnótico propio de lo inaprensible. Esa extraña sensación pertenece al terreno de lo abstracto y de lo lírico, letal aleación de racionalidad y sentimentalismo ante la que sólo cabe la experiencia subjetiva de quien se adentra en su recuerdo para revivir su legado.
Ahí es donde Oliver Stone perdió la batalla. En su deseo de hacer sociología y épica, Stone buscó humanizar, o sea, radiografíar la leyenda al estilo de lo que había intentado con diferente acierto en sus retratos políticos sobre el asesinato de JFK o, posteriomente, con la hagiografía de Nixon. Todos ellos, como sus crónicas bélicas, eran (re)intentos de autoexplicarse el tiempo (perdido) de su juventud. Un ajuste de cuentas poco sincero.
Tom DiCillo, un cineasta surgido del relevo indie de los años 80 neoyorquinos, compañero de Jarmusch y en consecuencia, autor posmoderno, recibió un puñado de minutos inéditos sobre la actividad de The Doors, una oportunidad de oro para levantar un documental que tuvo la complicidad de aquellos músicos que supieron de Morrison y que no pudieron jamás superar el vacío que provocó su fallecimiento.
Si muchos de los grupos de los años 60 y 70 superaron la muerte o la deserción de algunos de sus miembros, The Doors se vio arrastrado al fondo de la leyenda por el peso insuperable de su cantante, un provocador carismático que, como muchos otros músicos de su generación, vivió a tumba abierta un tiempo excesivo donde la utopía y el infierno se acostaban juntos. DiCillo ha ordenado con inteligencia un buen material y evita ilustrar con postizos falsos y recuerdos edulcorados lo que no lo necesita. Con la música original y con imágenes arrancadas del olvido, DiCillo muestra una huella e invita a (re)crear sus pasos.
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