La belleza es verdad…

Título Original: BRIGHT STAR Dirección y guión: Jane Campion Intérpretes: Abbie Cornish, Ben Whishaw, Paul Schneider, Kerry Fox, Edie Martin, Thomas Brodie-Sangster, Claudie Blakley, Gerard Monaco y Samuel Roukin Nacionalidad: Reino Unido y Australia. 2009 Duración: 119 minutos ESTRENO: Septiembre 2010

En la última estrofa de Oda a una Urna Griega, del poeta inglés John Keats se lee: «la belleza es verdad, la verdad es belleza; esto es cuanto sabes y saber necesitas«. Desde el primer plano, Jane Campion asume esta reflexión y se aplica a un arrebatado ejercicio de conmovedor ensimismamiento. Bright Star es romanticismo en vena, melancolía en retina, suspiro en celuloide que no desfallece nunca. El peligro de los grandes poetas es que acaban contagiando a quienes no lo son una molesta obsesión por la rima y el pareado. Y el peligro de este filme arrebatado es que uno puede acabar levitando en éxtasis bucólico o hundido en la butaca víctima de la incredulidad.
Independientemente de la respuesta subjetiva, del gusto y disgusto, de la querencia y del lirismo personal, el filme de Jane Campion evidencia algo que se había olvidado: estamos ante una de las más coherentes y rigurosas directoras de los últimos años. Acorde con esa condición, Campion hace lo que acostumbra. Mostrar una escritura fílmica férreamente coherente con los postulados de partida. Para la gran mayoria, Campion evoca de manera exclusiva el recuerdo de El piano (1993), su película más taquillera. Se olvida que esta neozelandesa ha rodado películas tan desasosegantes como In the Cut (2003), Holy Smoke (1999) y An Angel at My Table (1990). Filmes nada complacientes, historias incómodas que siempre han girado, eso sí, de manera obsesiva, en torno a sus protagonistas femeninas. Las mujeres que Campion retrata viven un proceso de pasión y redención siempre lacerante, cruel y lastimoso. Son epopeyas sostenidas por mujeres poderosas, obstinadas, francotiradoras que navegan a contracorriente.
En Bright Star, Campion se sirve del surco elegíaco de una de las mayores figuras del romanticismo británico, el citado John Keats. Con respeto por el pentagrama histórico, Campion habla de la mujer que inspiró sus mejores poemas. El tono y la temperatura sirven a lo que simbolizan y refuerzan lo que sirven: romanticismo extremo, frases llenas de hálito poético y estrofas comprometidas con la exaltación de lo bello. Enfermiza ilusión que parece creer, como John Keats, que belleza es sinónimo de verdad y garantía de película que merece la pena.
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