La degradación permanente

Título Original. SHREK FOREVER AFTER Dirección: Mike Mitchell Guión: Josh Klausner y Darren Lemke Producción: J Teresa Cheng y Gina Shay Música: Harry Gregson-Williams Nacionalidad: EE.UU. 2010 Duración: 94 minutos ESTRENO: Julio 2010
A Shrek le ha sucedido lo mismo que a Torrente, que deslumbrados por el éxito de su primera entrega, sus respectivos hacedores, con la mirada puesta en la caja de la recaudación, han leído mal las claves de su éxito. La comparación no es caprichosa. Tanto Torrente como Shrek noquearon las taquillas echando mano a lo escatológico. Resulta innegable que el regüeldo y la ventosidad, la grosería y el cinismo, empapaban sus argumentos. Sin embargo en ninguno de los dos casos, en su primera entrega, era ese el fundamento de su relato. En Torrente, Segura alumbraba un caso de redención, el de un casposo reaccionario que, pese a su cobardía y mezquindad, era capaz en el último instante de un acto de heroísmo. En Shrek, el pretexto era prístino: detrás de la aparente monstruosidad, descansa la verdadera naturaleza de los seres humanos. La apariencia es sólo apariencia y la verdad se esconde en lo más profundo.
El primer Shrek para sostener esa convicción daba la vuelta a los cuentos infantiles con una actitud descreída muy cercana con la que el personaje de Bardem leía el cuento de la hormiga y la cigarra en el filme de Los lunes al sol. Ese progresismo de pacotilla, ese gesto de descreimiento en el valor simbólico de los relatos tradicionales, a menudo incurre en lo que desea combatir. Cree que negar el espíritu infantil conduce a la madurez, cuando lo que consigue es encallar de por vida en una adolescencia narcisista de acné incurable. Y eso es lo que corroe al último Shrek, que nada hay en él merecedor de ser recordado. La parodia de la parodia sólo envuelve el vacío y ni el 3D puede dar profundidad a lo que riega y cultiva un contenido plano. Por suerte, la evidencia de este desastre resulta tan reconocible y el rechazo tan generalizado que a estas alturas ya parece totalmente inviable una nueva entrega de las aventuras del viejo ogro verde. Así, la avaricia de Dreamworks autodestruye lo que aspiraba a convertirse en un emblema de nuestro tiempo. Lo paradójico es que si no hubiera habido segundas, terceras y cuartas partes, tal vez Shrek hubiera logrado ese lugar de honor en el Olimpo al lado de esos personajes eternos a los que quiso ridiculizar con gestos más resabiados que desalmados.
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