Dos hombres y un delirio

Título Original: SHERLOCK HOLMES Dirección: Guy Ritchie Intérpretes: Robert Downey Jr. Jude Law, Rachel McAdams, Mark Strong, Eddie Marsan, Kelly Reilly, Robert Maillet y Geraldine James Nacionalidad: EE.UU. 2009 Duración: 128 minutos ESTRENO: Enero 2010

Aunque pone de los nervios a los amantes del plano fijo y el silencio largo, el cine de Guy Ritchie puede ser irregular pero jamás podrá ser acusado de aburrido ni de mezquino. Ritchie corre riesgos, muchos más que su compatriota, el oscarizado Danny Boyle, y además, derrocha humor. Lo que no quiere decir que no se lo tome en serio. Quienes van como vacas sin cencerro son sus personajes, las criaturas que habitan en títulos como Lock & Stock; Snatch: cerdos y diamantes y RocknRolla. Ritchie, generacionalmente, pertenece a la quinta del pensamiento débil y la manoseada posmodernidad. Aprendió cine a golpe de videoclub y videoclip, lo que le lleva a valorar la secuencia por encima del todo. Por lo mismo no guarda demasiado respeto por el plano.
De Sherlock Holmes, un icono vertebral de la cultura occidental a lo largo del siglo XX, no hay mucho que añadir. El reto de este proyecto residía en comprobar cómo le sentarían al vecino más famoso de Baker Street, émulo de Sarasate, los aires tarantinianos propios del hacer de Ritchie. Y aquí se esconde lo más paradójico de este filme, que tras resolver lo más complejo, la renovación de Holmes y Watson, al estilo de una buddy movie con un guiño fraterno-sensual a Dos hombres y un destino, se estrella en la concepción de un relato que sobreabunda en las claves del misterio.
Ritchie, como ya hiciera Petersen en Troya, entre la leyenda y la razón, entre el mito y lo real, opta por Descartes, lo que obliga a elaborar una larga retahíla de explicaciones lógicas que poco saben de lo cinematográfico. El acierto de Ritchie a la hora de retorcer los perfiles de Holmes y Watson, el primero más cerca que nunca de ahogarse en lo onírico; el segundo, más físico, empeñado en provocarle celos con una viuda tan sensata como paciente, no encuentra la respuesta adecuada en una aventura en la que la puesta en escena es superior al suspense de los acontecimientos. Sin llegar a lo anodino, a este Holmes de Ritchie le sobra cartón y le falta tensión. El autor de Rocknrolla se tambalea por ¿el peso de la tradición? Es posible. Si en su día Billy Wilder logró zafarse de ello fue porque supo extraer la emoción del símbolo. Algo que no se percibe en este Holmes tan sobreactuado.
Please follow and like us:
Pin Share

Deja una respuesta