¿Precuela…, secuela…, remake?

Título Original: HALLOWEEN Dirección: Rob Zombie Guión: Rob Zombie a partir del guión original de John Carpenter y Debra Hill Intérpretes: Tyler Mane, Sheri Moon Zombie, Malcolm McDowell , Brad Dourif, Danny Trejo y Daeg Faerch Nacionalidad: EE.UU. 2007 Duración: 109 minutos ESTRENO: Enero 08
En 1978, John Carpenter realizó La noche de Halloween. Su pesadilla constituía, junto al hacer de gentes como Wes Craven y Tob Hopper, el germen fundacional de la ahora reconocida como edad dorada del American Gothic. Más cercano a Lovecraft que a Poe y más interesado por el giallo que por la escuela de Corman, treinta años después, Carpenter reconoce sentirse muy orgulloso de lo que La noche de Halloween es. Motivos no le faltan. Su psicótico protagonista, Michael Myers, ha protagonizado los siguientes filmes: Sanguinario, Season of the witch, El regreso de Michael Myers, La venganza de Michael Myers, La maldición de Michael Myers, Halloween H20 y Halloween Resurrection. O sea, ocho entregas, de las cuales, la mejor sigue siendo la primera.
Rob Zombie, director de Los renegados del diablo, y La casa de los 1000 cadáveres, ha sido el encargado de desenterrar el recuerdo de Michael Myers. A la vista de su estilo cruel, sanguinario, gore hasta cansar y tan hueco como las calabazas de Halloween, el espectador avisado sabe de antemano qué hay: un gran guiñol incompetente.
El interés extrafílmico de Halloween reside en su abusiva naturaleza. En tiempos de rapiña a los legados fílmicos con secuelas, precuelas y remakes, Rob Zombie aplica aquí una curiosa vuelta de tuerca. Su Halloween es todo. Si el filme de Carpenter pone los pelos de punta sin que prácticamente se derrame sangre durante sus dos terceras partes; Zombie se emborracha de cuchilladas, masacres y violencia. Si en Carpenter, bajo el disfraz del cine de terror, se apuntaba un inteligente discurso sobre el punto de vista y sobre la naturaleza de la cámara cinematográfica, aquí quien filma apenas ve lo que el objetivo encuadra.
Zombie, un encumbrado músico que hace del exceso su razón de vender, nada aporta al universo de Myers, un asesino en el que beben muchos de los serial-killers que inundan los bajos fondos de los video-clubs de sangre y caspa. Además, lo peor es que jamás inquieta. Los muertos se suceden, el desgraciado Myers se ahoga en su rabia y locura y el espectador, al menos el que esto suscribe, ve más autenticidad en el maquillaje de un payaso que en la esencia de esta película.
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