Vegetavampiros con acné

Título Original: TWILIGHT Dirección: Catherine Hardwicke Intérpretes: Kristen Stewart, Robert Pattinson, Billy Burke, Peter Facinelli, Elizabeth Reaser, Nikki Reed, Ashley Greene y Jackson Rathbone Nacionalidad: EE.UU. 2008 Duración: 122 minutos ESTRENO: Diciembre 08


Frente a quienes despachan con desdén este Crepúsculo con acné y sobredosis de romanticismo, una legión de teenagers susurra con vehemencia cada vez que su protagonista masculino, Robert Pattinson, se pone tierno. Hace un siglo que no se oía en el cine jalear los besos ni suspirar con anhelo. Sin embargo, el fenómeno de Crepúsculo resucita ese espectáculo que se repite en las sesiones de finde, cuando gente joven llena las salas para revivir el fenómeno de Grease y Mouline Rouge. De hecho, en el atildamiento de Pattinson sobrevuela ese aire paranormal que acuñó el Travolta de la fiebre de los sábados.
Aquí, el estado febril posee connotaciones vampíricas y fue novela antes que cine. De hecho, ha sido el éxito editorial el que ha arrastrado a los miles de adolescentes de todo el mundo hasta esta adaptación firmada por una cineasta nada convencional. Por eso mismo, Catherine Hardwicke ya ha sido despedida, lo que acerca a esta serie más a Harry Potter que a El señor de los anillos.
Resulta fácil descalificar Crepúsculo a la vista de su origen. Su autora es una ama de casa abrazada a la fe mormona. Una diletante que revisitó el legado de Bran Stoker con la (in)digestión de Anne Rice y el postre del Schumacher de Jóvenes ocultos. De hecho Crepúsculo recorre la geografía de la leyenda de Nosferatu filme a filme. Reconduce el eterno enfrentamiento con los hombres-lobo, acude al magnetismo de lo gótico y lo siniestro y celebra lo que todos saben, que es la suya la edad de la adolescencia. La del sentirse diferente e inadaptado; la de estremecerse con la idea de la muerte y gozar con la imagen de los cementerios… en cierta medida porque a esa edad la vida se percibe eterna. La muerte atrae cuando se ha vivido poco o no se han perdido seres queridos. Pero no hace falta ponerse trascendentes. Hardwicke ha entendido el encargo y lo ha llevado a un terreno sugerente. El reparto funciona en su disfuncionalidad y la historia es menos tonta de lo que algunos tontos comentarios dicen de ella. No es Bergman, seguro, pero es uno de los escasos puentes tendidos por los que su público afín puede acceder a El séptimo sello. ¿Optimista? La culpa es de Crepúsculo.
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