Título Original: LITTLE WOMEN Dirección: Greta Gerwig  Guión: Greta Gerwig (Novela: Louisa May Alcott) Intérpretes:  Saoirse Ronan,  Timothée Chalamet,  Emma Watson,  Florence Pugh País:  EE.UU. 2019  Duración:  135  minutos

Alcott for ever

De la capacidad como directora de Greta Gerwig, actriz estadounidense de ascendencia alemana, tuvimos noticia cuando hace dos años presentó “Lady Bird”, un “mumblecore”, un retrato juvenil, que tenía en Saoirse Ronan a esa intérprete en estado de gracia capaz de sublimar el papel que se le ha otorgado. 
Como actriz, Gerwig resultaba familiar y estimable por papeles menores en obras como “A Roma con amor” de Allen o, especialmente, como coguionista y protagonista de “Frances Ha”. Pero su primera película como directora, nos descubría una poderosa cineasta capaz de dotar de autoría y personalidad un relato mínimo a golpe de sutileza y talento.
Apoyada en la misma actriz, Saoirse Ronan, (también repite el sobrevalorado Timothee Chalamet), Gerwig da la vuelta al texto de Louisa May Alcott, “Mujercitas”, confiriéndole una contemporaneidad incontestable. “Mujercitas” ha sido objeto de muchas versiones. La más reconocida, la filmó George Cukor en 1933, con una jovencísima Katharine Hepburn al frente. La primera fue en 1917 y entre las todas las adaptaciones -teatro, cine e incluso anime-, Elizabeth Taylor y Winona Ryder aparecen como algunas de las más aplaudidas intérpretes. 
Pues bien, a todas y a todos se impone esta adaptación que insufla una energía vibrante y actual. Una adaptación que sobrevuela y destruye los prejuicios tópicos. Fiel al espíritu de la letra, la estrategia de Gerwig, cineasta total dado que también es guionista, consiste en romper la linealidad temporal para hacer del juego entre presente y pasado un motor eficaz capaz de insuflar, novedad a la adaptación, tensión al relato e interés a los retratos de sus protagonistas. Sus personajes están llenos de fisuras y matices; son más complejos y complicados de lo que habitualmente se recrean y de ellas/ellos Gerwig extrae ese trasfondo profundo y amargo que Louisa May Alcott introdujo en el núcleo duro de la vida de las hermanas March. O sea, lo que alumbró su origen: una lúcida reflexión sobre la pérdida de la inocencia y el agridulce sabor de convertirse en adulto con la sobrecarga de ser mujer en una sociedad moldeada por el patriarcado.
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