Con un arabesco moldeado por el vértigo y que desemboca en el horror, “Custodia compartida” se enfrenta y afronta una de las lacras más sanguinarias de nuestro tiempo: la violencia de género. Fruto de una detenida observación, escrito con conocimiento de causa y atravesado por la verdad que emana de lo que se percibe desde el estremecimiento de lo real, Xavier Legrand muestra parecida fuerza a la que hace 19 años acompañó el debut de Laurent Cantet con “Recursos humanos”.

En el viejo conflicto entre literatura y cine suele darse la fatal creencia de presuponer que la buena escritura es terreno peligroso, tóxico y por ello infértil para abonar grandes películas. Según eso, las obras maestras de la alta literatura resultan menos domesticables. Lo contrario, de un folletín puede brotar una obra maestra de la cinematografía, se defiende invocando talentos malditos como Welles.

“Un lugar tranquilo” re/clama la paz de los cementerios, la inmovilidad de las ruinas y el silencio de los muertos. Esta esmerada y meritoria incursión en el género del terror posee muchas virtudes y una penosa servidumbre. Sin esta última estaríamos hablando de un filme de culto, de una obra importante. Podría haber sobrevolado hasta el territorio de Stalker de Tarkovski.