Desde hace unos pocos años, no hay festival importante que no se pelee por colocar una película de bandera rumana en su parrilla de programación. Desde hace esos mismos años, Rumanía no cesa de aportar estupendas películas y grandes realizadores en lo que representa uno de esos inexplicables misterios por los que en un tiempo dado y en un lugar concreto, surge una generación irrepetible de creadores en estado de gracia.