odo en Verano 1993 sabe de las sombras y los sobreentendidos. Por ello, nada es explícito. Y porque nada lo es, hay en esta pieza, de precisa orfebrería, un equilibrio insólito entre el desgarro personal y el deseo de formalizar un estilo propio. Indudablemente estamos ante una ambiciosa aspiración. Reto alto para una ópera prima que muestra una saludable sensación de solidez.

Con más merengue que una “carolina” bilbaína, Marc Webb (500 días juntos, The Amazing-Spiderman) resuelve con extraordinaria pulcritud y eficiencia un filme amable, un cuento de hadas contemporáneo, una obra modélica nacida para triunfar en la sesión televisiva de una tarde dominical.

Reactivada en los últimos años, la cinematografía polaca, en otro tiempo un banco seminal donde surgían cineastas de tristeza honda, alta densidad y rigores (sur)realistas, da síntomas de una renovación importante. Estados Unidos del amor de Tomasz Wasilewski, visto en el festival de Gijón hace cuatro años con Rascacielos flotantes, ofrece una ejemplar síntesis de ese punto de inflexión en el que se debate buena parte del cine polaco contemporáneo.