Chistopher Nolan (30 de julio de 1970), apenas había cumplido los nueve años cuando Coppola dirigió “Apocalypse Now”. Con “Platoon”, de Oliver Stone tenía 16 años y, meses después, cuando se disponía a alcanzar la mayoría de edad, supo de Kubrick y “La chaqueta metálica”. El estreno de “Salvad al soldado Ryan” de Spielberg le pilló a Nolan con 28 años y con su primera película bajo el brazo, “Following” (1998).

Maha Haj ha trabajado con Elia Suleiman (“The Time that Remains”). Para quien no lo conozca, este dato nada dirá pero señalemos, por ejemplo, que Elia Suleiman, palestino nacido en Nazareth, como los protagonistas de este filme, sabe combinar desde el humor, el ácido corrosivo de la crítica política, con la observación compasiva de la condición humana.

Cada vez que la crisis muerde a occidente, se nos aparece, como un espejo, la llamada del nuevo mundo situado en el extremo oriental. El Pacífico, Nueva Zelanda y Australia siguen siendo territorios vírgenes en los que se mira el mundo para recordar cómo fuimos en el origen. En este caso, ornamentado con prosa documental, con paciencia larga y elementos discretos, fluye un relato de emoción evidente y de metáforas y modelos cercanos para recrear la eterna historia de dos clanes enfrentados con un relato de amor entre dos de sus descendientes.

La sustancia que empapa de principio a fin Sieranevada sabe del miedo, emana de él y él corre por sus venas. Miedo a vivir. A lo largo de casi tres horas que dura el filme, la mayor parte de ellas rodadas en el interior de una vivienda, un grupo familiar se reúne para conmemorar los cuarenta días de la muerte del padre.

Emir Kusturica podría recitarse a sí mismo las estrofas que Quevedo dedicó a Góngora cambiando las sombras del judaísmo por las de su pertenencia a un país, Yugoslavia, que hoy ya no es nada sino pasado, apenas evocado por quienes no tenían veinte años cuando se deshizo en medio de una guerra horrorosa.

Los experimentos desde (plata)formas y presupuestos de cine comercial corren un doble riesgo. Riesgo con regusto a oxímoron en su pretensión de cruzar lo genérico con lo ensayístico Doble riesgo que afronta Baby Driver, un inclasificable trabajo que engulle multitud de referencias y que camina hacia ningún lado con total desparpajo.

odo en Verano 1993 sabe de las sombras y los sobreentendidos. Por ello, nada es explícito. Y porque nada lo es, hay en esta pieza, de precisa orfebrería, un equilibrio insólito entre el desgarro personal y el deseo de formalizar un estilo propio. Indudablemente estamos ante una ambiciosa aspiración. Reto alto para una ópera prima que muestra una saludable sensación de solidez.