No hay que equivocarse, Your Name, preñada de una carga sentimental capaz de fundir el hierro, es cualquier cosa menos una película meliflua. Su romanticismo sabe y bebe de la tragedia. Y su sencillez no le impide encarar un argumento enrevesado capaz de jugar con los tiempos y los espacios en una suerte de paradoja cuántica que hace fácil lo incomprensible y legible el palimpsesto que su guión cultiva en la cara oscura de su núcleo duro.

A golpe de coreografía musical, homenaje, préstamo y saqueo del cine de Hollywood de los agitados años 30, con un argumento lleno de recovecos y requiebros, con humor y tensión, y con un contenido que parece ju(z)gar a diferentes bandas, El bebé jefazo mezcla tonalidades, ideas y referencias que rechinan entre sí, que se repelen e incluso que se anulan, pero que en manos de Tom McGrath consiguen aparentar una solidez insólita ante la disparidad de sus ingredientes constitutivos.

Kaurismäki acaba de conceder unas declaraciones por las que, si fuera ciudadano español, hubiera sido empapelado. Convertido en el Robespierre del siglo XXI sabe que, tras la muerte de Kiarostami, le toca sobrellevar el honor y el pesar de ser uno de los últimos cineastas no domesticados del siglo XX. Sabedor de que le ha tocado un tiempo crepuscular, aferrado a la identidad de una puesta en escena que se hace reconocible en todos y en cada uno de sus planos, su cine es cine fiel a sí mismo.