ntes de desmenuzar su contenido, acordemos que Paterson representa una declaración de principios. Estamos ante un filme bisagra con el que el director de Dead Man (1995), hace repaso a su propia historia. Y al hacerlo, su conclusión, no exenta de cierta perplejidad, (re)afirma que lo importante no estriba en mirar hacia atrás, sino en saber recomenzar.

A Tom Ford, cuando se acercó al cine, le precedía un aureola de celebridad; era un brillante creativo del mundo de la publicidad y la moda. A Ford, el salvador de Gucci le llamaron, dinero, premios y fama le sobraba. Tanto que cuando debutó como director, Un hombre soltero (2009), adaptación de la novela de Isherwood, levantó mil suspicacias. No obstante, Ford demostró entonces que sí sabía lo que hacía y quería.

La cabra tira al monte y al cine español, en cuanto se le deja, le sale el esperpento y le puede la sal gruesa. En esos casos todo se conduce bajo el influjo de una hambruna de risa, una orfandad de divertimento. En cuanto se rebajan las pretensiones de aparentar calidad artística, al cine español le come la angustia de tener que conjurar el horror cotidiano con la sonrisa. Lo malo es que, casi siempre, le nubla un exceso de caspa.