Durante el primer lustro de la década de los noventa, Kore-eda utilizaba la cámara de cine para escribir sobre la realidad. Filmaba y construía documentales. Uno de ellos, Hou Hsiao-hsien and Edward Yang (1993), una cartografía sobre dos extraordinarios cineastas taiwaneses, le sirvió para repensarse como cineasta. De manera que, tres años después, el documentalista dejaba paso al narrador de ficciones y sus primeras fábulas lo descubrirían como un autor excepcionalmente dotado para abordar lo inexplicable a partir de saber escanciar la verdad de lo cotidiano.

Stéphanie Di Giusto, fotógrafa y autora de videoclips, se ha movido con solvencia por la escena musical y por los espacios museísticos. Y, probablemente, fue en un museo donde se encontró con la figura de Loïe Fuller, una bailarina de biografía olvidada cuyos movimientos embelesaron a buen parte de la vanguardia artística del París de comienzos del siglo XX.