La apariencia engaña. Hace unos días, Bayona posaba al lado de Sigourney Weaver. El director, bastante más joven que la oficial Ripley, parecía, ante la notable envergadura de la actriz, casi un niño. Nada parecía sugerir que, con el motor en marcha y la cámara abierta a la luz, Bayona se transforma en un gigante que impone su ley. En tres zancadas: El orfanato, Lo imposible y A Monster Calls, ha llegado más lejos que ningún otro director español.

No debe ser fácil llevar un apellido ilustre. Hijo y sobrino respectivamente de Fernando y David Trueba, dos torres en el ajedrez del cine español, Jonás carga con un pesado lastre. En el debe se le tributará la ayuda de la sangre; en el haber, arrastrará los tropiezos propios y soportará los despropósitos heredados.

Han pasado más de treinta años del debú como director de largometrajes de Tim Burton. Cuarenta y cuatro desde su primer cortometraje. Todos saben que fue un chico Disney, al que la factoría Disney, en horas bajas, no supo entender. Desde entonces, 18 largometrajes como director, más un puñado como productor, establecen una carrera irregularmente notable. Se le achaca que ya no es el que era pero, a estas alturas, ese que era no queda claro a qué se refiere.