Sinvergüenzas, gallos y fugitivos
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Título Original: AS MIL E UMA NOITES: VOLUME 1, O INQUIETO Dirección: Miguel Gomes  Guión; Telmo Churro, Miguel Gomes, Mariana Ricardo Intérpretes:  Miguel Gomes, Carloto Cotta, Adriano Luz, Rogério Samora  País: Portugal. 2015   Duración: 125  min. ESTRENO: Junio 2016

Hay un virus que suele afectar a los contadores de historias. Dicha afección provoca sentimientos enfrentados. Se trata de un vértigo irreprimible pero que no muerde a todos. Ser o no víctima del mismo no es cuestión de talento ni de importancia, simplemente afecta a unos y deja indemnes a otros. Su manifestación más perceptible consiste en que, en un momento dado, estos contadores de cuentos se encuentran con la necesidad de hacer una película sobre sí mismos. Entonces se lanzan a tumba abierta para bucear en la pulsión autoral. Hiperbolizan el estrés de su trabajo, fotografían las sombras del oficio y escrudiñan las incertidumbres de ser lo que han querido. Las mil y una noches de Miguel Gomes, en su diagnóstico directo, obedece a la misma motivación que llevó a Fellini a perpetrar Ocho y medio y a Woody Allen a naufragar con Stardust Memories. La lista parece interminable, va de Takeshi Kitano a Win Wenders y atraviesa todos los tiempos y todos los países. Son legión los creadores que, agotados de agotarse, verbalizan en la pantalla sus dudas íntimas, esas querencias que les (con)mueven.
En casi todos los casos lo que se alumbra desde ese espacio de interrogación puede ser fallido, pero jamás es realmente malo. Ni siquiera los delirios de Kim Ki-Duk deben despreciarse porque en todos los casos hay por parte de quien lo hace, un suerte de inmolación sincero y respetable.
En el caso que nos ocupa, casi se podría hablar de suicidio. Concebir un filme que debe ser proyectado en tres partes de más de dos horas de duración cada una de ellas es heroico. En tiempos de sobreabundancia de datos y déficit de atención, distribuirlo, se sabe homérico. Así, con la convicción de que será un fracaso económico, se estrena esta trilogía que en su primera parte pone las cartas boca arriba. Toma el nombre de Sherezade y sus Mil y una noches como pretexto. No habla de las noches de Arabia sino de los días de Portugal, un Portugal intervenido por los hombres de negro. Un cuento de no navidad en el que los reyes magos vienen de Occidente. No traen regalos sino deseos de rapiña. No buscan adorar sino ser adorados.
Gomes, que se había convertido en uno de los más distinguidos cineastas del cine portugués contemporáneo, cine de libertad y arrojo, tras un preámbulo menor entra directo en materia. Se autorrepresenta semienterrado, como las imágenes finales de Un perro andaluz, para desde allí pelear por su supervivencia como fabulador. Lo que está en juego no es la sed oceánica de un sultán cornudo empeñado en matar a sus mujeres para evitar ser engañado, sino la propia razón de ser de un país, Portugal, y un tiempo, el presente, en el que todo parece servir al dinero.
Desde el arranque, Gomes previene: el título no es lo que enuncia, aunque tampoco deja de serlo. Su mirada enfoca la agonía de un tiempo presente en el que sobreviven gentes sencillas al lado de políticos corruptos. Ahora que Raúl Ruiz ya no está entre nosotros, Gomes parece recoger el testigo del folletín al estilo de Misterios de Lisboa, para articular un retablo de horrores y maravillas, de realismo y surrealismo, de lo simple y lo complejo.
El filme fascina tanto como desorienta. Se mueve en dos niveles, apela al estómago pero no renuncia a mostrar la bilis. Su estructura, como la novela de la que se sirve, asume una duración de seis horas, pero podrían haber sido 90 minutos o durar un día completo. Lo mejor, al menos en su primera entrega, surge cuando con la larga relación de créditos emerge las ideas de lo que ya se ha intuido. La descomunal vitalidad y las ganas de resistir de un cineasta que habla de su confusión con la intención de agitar nuestro desaliento.

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