A partir de un breve relato de David Constantine, un texto corto de alcance largo, Andrew Haigh construye un filme que disecciona algunas cuestiones complejas del siempre resbaladizo territorio de las relaciones afectivas. No ha sido casualidad que a 45 años le lluevan nominaciones y premios. No es gratuito que allá por donde pasa, recolecte elogiosos comentarios y abra encendidos debates.

Si en lugar de firmar con su nombre, Matteo Garrone se hubiera escondido detrás de un pseudónimo, resultaría difícil llegar a la conclusión de que El cuento de los cuentos ha sido movido por las mismas manos que dirigieron Gomorra (2008) y Reality (2012). Eso si se atiende solo a las referencias formales, a lo evidente.

La rudeza de sus fundamentos no admite duda alguna. Krampus no busca ningún lugar de honor en el reino del cine de gafapasta y sobreentendidos. Aquí no hay ensimismamiento que valga. Es cine de barrio, pero no del que se emite en horario familiar sino del que se descubre hurgando por internet o en las estanterías de los últimos videoclubs que todavía no se han arruinado.