La novia del hikikomori
foto-unotoñoTítulo Original: UN OTOÑO SIN BERLÍN Dirección y guión: Lara Izagirre Intérpretes: Irene Escolar, Tamar Novas, Ramón Barea, Lier Quesada, Naiara Carmona, Mariano Estudillo, Paula Soldevila, Itziar Ituño y Pablo Viña  País: España.  2015  Duración: 95 minutos ESTRENO: Noviembre 2015
El mayor hándicap que atraganta este filme dirigido y escrito por Lara Izagirre nace de una evidencia. Las alas de su lógica interna, la relación inequívoca entre causa-efecto, se resquebrajan pronto. Sin ellas se intuye que el filme no alcanzará a volar. Sus deseos de ahondar en el romance entre un joven con complejo de hikikomori y ansias de escritor y su joven novia dispuesta a ayudarle a toda costa, no podrán llegar demasiado lejos porque los pequeños detalles, los que hacen grande una película, se descuidan.
Armada con un arrojo encomiable, Lara Izagirre está tan convencida de la importancia de los sentimientos que convoca en su filme, que pasa por alto esas pequeñas cosas que sustentan las grandes declaraciones. Esa dejación fatal se subsana durante muchos minutos gracias al buen trabajo de Irene Escolar. Su personaje se ha empeñado en ir a Berlín. Un objetivo alimentado por dos necesidades; la de poder arrancar a su novio del enclaustramiento al que su enfermizo pánico le condena, y escapar ella, a su vez, del fantasma de su propia madre muerta, cuya falta ha convertido a su padre en un hombre triste. Así, ese doble deseo de fuga convierte a Berlín en metáfora de libertad y sublimación de una realidad que le(s) mortifica. La Lara Izagirre guionista mete en un atolladero complicado a la Lara izagirre directora. Y eso es así porque con ese guión, Lara Izagirre tiene que jugárselo todo a una carta única, la del personaje que moldea Irene Escolar y en cuyos pliegues cabe pensar que ha puesto su propia piel. Tanto le interesa este personaje que el resto apenas son furtivas presencias sin carne ni alma. Ajena a todo tipo de justificación, su película se sabe libre y eso le aporta al filme una sensación de contagiosa frescura pero, a fuerza de resolver las situaciones a golpe de intuición y ocurrencia, deja suelta una engorrosa flaqueza: la inconsistencia. Cuando el filme permanece en el interior de la casa, la película funciona. Lo hace porque su actriz protagonista se cree con las fuerzas necesarias y su antagonista, desde la pasividad de su personaje, aguanta el plano y mantiene la calma. Cuando salen, se impone esperar a que en su siguiente película Izagirre no se olvide de las pequeñas cosas.
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