Familia que reza unida, asesina unida
foto-elclanTítulo Original: EL CLAN Dirección y guión: Pablo Trapero Música: Julián Apezteguia Intérpretes: Guillermo Francella, Antonia Bengoechea, Gastón Cocchiarale, Stefanía Koessl y Peter Lanzani País: España y Argentina. 2015 Duración: 110 minutos ESTRENO: Noviembre 2015
Con tono e intención diferentes al de este filme, hace casi veinte años, Bertrand Tavernier se adentraba con Capitán Conan (1996), en la cara oscura de la “gloria” bélica. Ambientada en la primera guerra mundial, el filme de Tavernier se ocupaba de los perros rabiosos de la guerra, de los soldados más sanguinarios. Máquinas de matar, héroes a imitar, asesinos sin culpa. Son valiosísimos en tiempo de muerte pero se vuelven ingobernables en tiempos de paz. Al mostrarlos, al recrearlos, Tavernier descubría una verdad incontestable. Con razón o sin ella, la violencia siempre envilece a quien la aplica, siempre (re)significa la impotencia y la miseria humana.
Con menos pompa y más perversidad el Arquímedes Puccio que Pablo Trapero describe a partir de los hechos reales acontecidos a finales de los 80, sufre parecida enfermedad. Arquímedes fue un peón voraz en plena dictadura argentina. Un psicópata (in)útil, un ejecutor sin escrúpulos, un torturador criminal de manos limpias porque Dios y la ley se las enjabonaban. Lo terrible del caso es que, con el advenimiento del sistema democrático, en un estado de derecho que pretendía respetar la vida, Arquímedes siguió haciendo aquello que le daba poder y ganancias: secuestrar, torturar, extorsionar y asesinar.
El descubrimiento de sus andanzas y los pormenores de las mismas -usaba su casa como recinto carcelario y convirtió a sus hijos en verdugos delincuentes como él-, hicieron de su historia una página negra en la que se inscribe y se reconoce la ignominia del mal. Esa maldad banal sin épica ni razón es la que interesa a Pablo Trapero para desnudar uno de los episodios mas vergonzantes de la reciente historia argentina.
Clavado a las guías de la realidad histórica, sobrepasado por los muchos y pequeños detalles que acompañaron a esta pesadilla, la percepción que el público no argentino extraerá del filme se verá privado de la letra pequeña. Como por ejemplo, esos leves detalles que aparecen en la pantalla y que muestran a Arquímedes limpiando obsesivamente la acera de su casa en horas intempestivas. En el barrio se le llamaba el loco de la escoba. Pero sobre todo, lo que no puede confrontar el espectador no argentino con el que sí vivió los hechos narrados, es lo que Trapero relata y el escalofrío que sintió la opinión pública argentina el día que supo de su caída.
Trapero, cineasta que empezó relatando la miseria de una figura pop arrastrada al olvido y la miseria, Mundo grúa (1999), ha seguido una trayectoria algo desconcertante. De la magnífica El bonaerense (2002) a Leonera (2008), Carancho (2010) o El elefante blanco (2012), puede perfilarse un lento pero firme proceso que ha ido redondeando su prosa, dulcificando sus entrañas. En El clan, Trapero fija su cámara en torno a la familia Puccio. Todo el relato se percibe desde el interior de esta familia que bendice la mesa, va a misa y permanece unida por la fe y la sangre por ellos derramada. Sangre que les da pingües beneficios y una vida acomodada.
El filme de Trapero no se adentra en reflexiones políticas ni psicologistas. La corrupción del sistema se huele en la distancia y se entreve en los claroscuros de esta familia que resulta tan surreal como la de Canino y tan delirante y mentalmente podrida como la familia de La matanza de Texas. El filme perturba y estremece pero lo hace dando la sensación de que Trapero no ha cruzado la línea. Hay muchos cabos sueltos y una sensación de sordina que, haciendo recomendable el filme, provoca la impresión de que hay más en lo que se sugiere pero no se dice, que en lo que se muestra.
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