La no-ley de la guerra sucia
foto-sicarioTítulo Original: SICARIO Dirección: Denis Villeneuve  Guión: Taylor Sheridan  Intérpretes: Emily Blunt, Benicio Del Toro, Josh Brolin, Jon Bernthal, Jeffrey Donovan, Raoul Trujillo  País:  USA. 2015 Duración:  121 minutos ESTRENO: Noviembre 2015
Hace poco más de un año, Denis Villeneuve acaparaba un doble protagonismo en el festival de cine de San Sebastián donde concurría con dos largometrajes. Uno, a concurso, en la sección oficial, Enemy. El otro, Prisoners, para acompañar al premio Donostia de ese año, Hugh ( Lobezno) Jackman, protagonista de una película que hablaba de venganzas al servicio de la ley del Talión.
Obnubilados por el impacto de la contundente Incendies, sin duda su mejor película, y deseosos de descubrir nuevos directores grandes, la favorable acogida dispensada por buena parte de la crítica a Denis Villeneuve, fue harto condescendiente con ambas. Si Enemy, un filme que miraba de reojo pero con estrabismo fatal al también canadiense David Cronenberg, se iba desmoronando conforme se acercaba su final; Prisoners evidenciaba que, con una producción ambiciosa, el Villeneuve autor rendía incondicionalmente sus armas ante el Villeneuve director de estrellas. Es decir, hay más oficio que arte en Villeneuve; más comercio que riesgo y más dividendos que personalidad.
Si había alguna duda, Sicario deja claro lo que claro ya estaba. Sicario afronta la lacra del narcotráfico en la frontera mexicana con sólido reparto y televisivas maneras. Hace de Juárez un eco del horror y del cine de terror actual toma prestadas sus atmósferas. Sin embargo, lo que lleva dentro es puro y duro thriller televisivo, cine de fórmula.
Más cerca del hiperbólico aspaviento de Oliver Stone que de la mirada descreída de Soderbeg o de las incursiones heridas de los hermanos Coen en estas oscuras cloacas que ya interesaban al Welles de Sed de mal, Sicario se sirve de una agente de policía enrolada, sin saber muy bien por qué ni para qué, en un comando especial sin freno ético ni mordaza legal, para aplicar cualquier método criminal si el fin lo justifica. Esa contraposición entre el deber y el ganar no alimenta una debate moral ni una crítica social. De Juárez interesa el espectáculo de la sangre y a él se aplica con precisión, mucho ruido y escasa enjundia, un director cuya carrera se desmorona de manera inevitable.
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