Memorias de un director

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Título Original: ME, EARLS AND THE DYING GIRL Dirección: Alfonso Gomez-Rejon Guión: Jesse Andrews basado en su novela. Música: Brian Eno y Nico Muhly Intérpretes: Thomas Mann, Olivia Cooke, RJ Cyler, Nick Offerman, Connie Britton y Molly Shannon País: EE.UU. 2015 Duración: 105 minutos  ESTRENO: Octubre  2015

Una cosa es echar mano del eufemismo para evitar resonancias incómodas y otra provocar la confusión y ocultar su naturaleza. El título original de este interesantísimo y extraño filme de Alfonso Gómez-Rejón habla de una chica moribunda, un detalle nada baladí porque esa condición de enferma terminal da sentido a esta película que alguno ha definido como un love story hipster. Así que Yo, él y Raquel, ¡toma pareado!, bajo el disfraz de un filme de instituto, historia de adolescentes con hormonas revueltas y un mundo por descubrir, nos enfrenta a algo tan perturbador como la llamada de la muerte. Aquí esa amenaza nos acompaña durante cien minutos y, aún siendo así, Gómez-Rejón consiguió algo tan insólito como ganar en Sundance el premio del jurado, ese que se da a las pelis “rarunas y extremas” y el premio del público, ese que acaban ganando los títulos generosos en buenismo ONG y simpatías reivindicativas.
Pues bien, ni una cosa ni otra. Aquí hay momentos agrios, situaciones comprometidas, pasos que obligan a tragar saliva y ninguna coartada social. El texano Gómez-Rejón, no contento con regatear toda concesión fácil y salir bien de casi todas las trampas en las que se mete, nos regala un ejercicio complaciente de cinefilia extrema.
Su protagonista, un freakie en fase de desorientación, de padres excéntricos y amigos heterodoxos, se dedica a hacer versiones irónicas de las grandes y/o famosas películas. Él y su amigo ruedan sin cesar y caricaturizan sin parar. Es su refugio en ese tiempo de incertidumbre y confusión donde de Palma montó su Carrie, ese baile final del instituto que establece el final del teenager y el comienzo de la vida madura.
El guión, firmado por el autor de la novela que le da vida, evidencia conocimiento del oficio. Ese oficio engrasado en Hollywood y por el que, a veces, de tanto repetir sus estructuras: efecto-causa, muere la sorpresa. Esa es su peor cara. La otra, la que se llena de ganas de no dejar pasar ni un plano sin intención y ninguna cuerda suelta, anuncia la llegada de un prometedor cineasta.
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