Lo bueno no es el texto sino el contexto

foto-sanandreasTítulo Original:  SAN ANDREAS Dirección:  Brad Peyton Guion: Carlton Cuse Intérpretes: Dwayne Johnson, Alexandra Daddario, Paul Giamatti, Ioan Gruffudd, Carla Gugino y Colton Haynes . País: EE.UU.  2015 Duración: 114 minutos ESTRENO: Junio  2015

Como la falla a la que designa su título, esta película está atravesada por una grieta que resquebraja de arriba abajo su contenido. A un lado, en el bando escópico, todo evidencia oficio, eficacia, ambición y por qué negarlo, incluso talento industrial. No es fácil crear esa sensación de apocalipsis por mucho dinero real o/y mucha pólvora virtual de la que se disponga. Al otro, arrastrando esa historia cruzada tan propia de las películas de catástrofes, en el bando de la emoción y la palabra, todo se disuelve en podredumbre, todo huele fatal. Su relato está tan enmohecido, tan huérfano de vida, que provoca el deseo de no querer ver a esos personajes-títeres ahogados en el caos total. Si en un director´s cut, se suprimen todas las referencias a sus protagonistas, el resultado sería más satisfactorio, más disfrutable.
La película dirigida por Brad Peyton, un director canadiense al que apadrina Tom Hanks, tiene su precedente en el taquillazo que obtuvo con la secuela de Viaje al centro de la tierra 2. Allí coincidió Peyton con Dwayne Johnson, The Rock, y aquí regresan ambos para evidenciar que Hollywood, como acontece en la película, no es que se caiga a pedazos, es que con gente como ellos, serán los espectadores quienes acaben con esa fábrica que facturaba sueños hace años y hoy pretende vender bodrios sin alma.
La mayor aportación del ¿actor? Dwayne Johnson consiste en hacernos creer que el armario llamado Arnold Schwarzeneger, a su lado, es un dechado de sutileza. Comparado con él, incluso esa piedra actoral llamada Silvester Stallone parece… ¿preciosa?; hombre no tanto, digamos que bisutería fina.
Todo comienza con un accidente de automóvil que servirá para mostrarnos que el personaje de Dwayne Johnson es un piloto de helicópteros, antiguo excombatiente en Afganistán y ahora un brillante rescatador. Tras una espectacular escena en clave de aventura, se nos contará que el héroe sufre problemas de pareja, su mujer lo quiere abandonar por un exitoso businessman y su hija, ya en edad de merecer, comienza a no necesitar a su papá. O sea, eso es lo que cuenta el filme: un drama insignificante para conmover en medio de la destrucción de San Francisco, Los Ángeles y medio estado de California. Cientos de muertos y los guionistas quieren hacernos llorar por la (re)unión de la familia ejemplar. ¡Que les corten la cabeza!
Cuando se cumplen cuarenta años de Terremoto (1974) de Mark Robson con Charlton Heston, Ava Gardner y George Kennedy, este producto de productores mezcla los fundantes de aquel filme (que no olvidemos fichó a Mario Puzo guionista de El Padrino), con el recuerdo de la realidad. San Andrés surge de asumir las imágenes del 11-S de Nueva York con el tsunami que en 2011 asoló la región japonesa de Fukushima. Con una solvencia de orfebres del 3D, virtuosos replicantes de las imágenes mostradas por las televisiones ante ambos siniestros; lo mejor del hacer de Peyton reside en que ha dejado trabajar a sus técnicos.
Ellos ejecutan con pulso preciso la madre de todas las destrucciones, incluida la de su guión cinematográfico. Hasta un actor siempre salvable como Paul Giamatti, camina aquí como un revenant en este filme cadáver antes de nacer.
Cuando las torres gemelas fueron derribadas, algunos ensayistas universitarios señalaron con lacaniano goce que eso era lo que la sociedad (norte)americana llevaba esperando desde hacía tiempo. Era el castigo pe(r)dido. Pidan lo que pidan ahora, confío en que San Andrés continúe dormido durante los próximos siglos.
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