Hay ideas, imágenes, cuya fortaleza seminal construye películas por sí misma. Su peso es tal, su poso resulta tan hondo, tan rebosante de nutrientes, que el argumento fluye como encaje de orfebrería retórica aplicada con guión de alto oficio. Eso pasa con White God, una fábula distópica que no disfraza ni disimula su voluntad alegórica contra las barreras sociales que levanta el juego capitalista, ese que divide a los hombres en privilegiados y desterrados.

Costaría trabajo, sin información previa, identificar que el director de La caza (2012), Submarino (2010), Querida Wendy (2005) y Celebración (1998) es la misma persona. Quién podría imaginar que el Thomas Vinterberg que hace dos décadas inventó, junto a von Trier, Dogma 95, acabaría resolviendo este pulcro, medido y fascinante melodrama romántico titulado Lejos del mundanal ruido.