Más versátil que Pedro Almodóvar, cineasta con el que se le comparó por muchas razones y no sólo estilísticas, François Ozon ha edificado una filmografía diversa y resbaladiza. De hecho, nunca se puede adelantar qué género abordará en su nueva entrega, hacia dónde se moverán sus intereses ni de qué iran sus historias.

Con su primer largometraje, Bullet Boy (2004), Saul Dibb no sólo ganó el premio al mejor nuevo director en el equivalente a los Goya británicos sino que sacó a pasear dos virtudes que ya nunca le abandonarían. Un innegable gusto por la banda sonora de sus películas y un acusado rigor por la calidad interpretativa de sus actores.

En Málaga, en su festival abrochado al cine español, A cambio de nada cosechó premios y parabienes. Sabemos que los ecos de ese festival nada garantizan y este largometraje con el que debuta como director Daniel Guzmán se alza como un buen ejemplo del pobre nivel de un evento mejor vendido que atendido. Guzmán, actor antes que director, debutó hace años con Sueños (2003), un cortometraje que tuvo una gran acogida y que todavía se recuerda.