Pasión y muerte de un escritor

foto-pasoliniTítulo Original: PASOLINI Dirección:  Abel Ferrara  Guión:  Maurizio Braucci; con argumento de Abel Ferrara y Nicola Tranquillino Intérpretes:  Willem Dafoe, Ninetto Davoli, Riccardo Scamarcio, Valerio Mastandrea y Maria de Medeiros  Nacionalidad:  Francia, Bélgica e Italia. 2014  Duración:  87 minutos ESTRENO: Marzo 2015

Una de las obras más inolvidables de Pasolini fue La Pasión según San Mateo. En ella la figura de Cristo y el contenido de su discurso se elevaba, con un tratamiento desnudo de manierismos, como una exigencia de reacción en una Italia traicionada por todos. Pasolini, el poeta y director, el intelectual provocador, resultaba tan insoportable para el Vaticano como inadecuado para la izquierda ortodoxa. Sin ninguna inocencia, Abel Ferrara, el más pasoliniano de los cineastas de la generación de Scorsese, Allen, Coppola y de Palma entre otros, ha escogido a Willem Dafoe. Todos dirán que por su parecido físico. Pero también y sin duda fue elegido porque el actor protagonista de La última tentación de Cristo, o sea el Cristo de Scorsese, era paradójicamente ideal para encarnarse en el Pasolini según Ferrara y su “evangelio fílmico”.
¿Y qué significa esto? Desde luego que no nos enfrentamos a un biopic convencional. Ferrara hace lo contrario que el Mike Leigh de Mr.Turner. Su Pasolini, por más que se alimente de las entrevistas postreras que el cineasta de Teorema concedió en sus últimos meses de vida a Bachmann, a Bouvard y a Furio Colombo, usa sus palabras pero no queda claro si es Pasolini quien habla o si es el propio Ferrara quien se expresa a través de su discurso.
De ahí que su visión sea un cuadro impresionista, una sucesión de pequeñas e inconexas secuencias. Ferrara abre el filme con Pasolini dando los últimos retoques a Saló, y la cierra con el llanto de su madre, una suerte de Piedad a la que le han arrebatado su hijo.
Entre medio, Ferrara recorre las huellas de Pasolini, reconstruye sus duelos y recoge sus reliquias. Con ellas y en ellas, resuena la música de Bach, la voz de Callas y hasta se convoca la percepción lúcida de un mundo sin dios ni cielo. La lectura del filme cambiará en función del conocimiento que el público tenga de Pasolini. Si es escaso, probablemente la película abrume y desoriente. Si es amplio, la complicidad ante lo que Ferrara ha hecho irá en aumento siempre y cuando se admita que la provocación contempla la posibilidad de apropiarse de los símbolos ajenos; o que Ferrara ose (con)fundirse con Pier Paolo.
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