El hombre que creía en la paz

foto-negociadorTítulo Original: NEGOCIADOR Dirección y guión: Borja Cobeaga  Intérpretes: Ramón Barea, Josean Bengoetxea, Carlos Areces, Melina Matthews y  Jöns Pappila Nacionalidad:  España. 2014 Duración: 80 minutos  ESTRENO: Marzo 2015

Negociador entre sus virtudes aporta algo bastante escaso en el cine español: mira al presente y no teme rozarse con la condición humana. Uno de los factores del desapego que el público de este país dispensa a su cine reside en que éste evita el contacto con lo real. Piensen cuántas veces se ha llevado a la pantalla con rigor y sin miedo cuestiones que han condicionado nuestra existencia reciente. En un tiempo sacudido por la corrupción, atravesado por la violencia, edificado sobre mentiras y sostenido por la hipocresía y la desigualdad, resulta difícil citar películas en las que se puedan atisbar bocados de realidad. Tras más de medio siglo de la existencia de ETA, ¿cuántas películas se han abismado en su razón de ser?, ¿cuántos cineastas han rasgado el velo de la consigna política y su pretendida corrección? La respuesta arroja la clave de por qué pasa lo que pasa.
Borja Cobeaga, pertenece a una estirpe de narradores que usa el humor para poder hablar del horror. Sus comedias, pese a la frivolidad que aparentan, hunden sus raices en cuestiones importantes, esas tonterías decisivas que son las que dan sentido a la existencia. Como director debutó con Pagafantas, un juego fílmico sobre una sensación extendida, la bondad siempre se menosprecia. Luego dirigió No controles y supo, con la respuesta recibida, que hacer cine aquí y ahora cuesta mucho y apenas se paga. Mientras Ocho apellidos vascos, coescrita junto a Diego San José, se disponía a barrer todos los récords, Cobeaga dejaba atrás modelos franceses (Bienvenido al Norte) y americanos (Los padres de la novia), para acometer un filme vernáculo y atípico movido por la impresión que le causó un reportaje televisivo con el presidente del PSE, Jesús Eguiguren.
De modo que Negociador nació de un acto de empatía, de un crujido de compasión. Al fin y al cabo, Cobeaga debió pensar para sí mismo que Jesús Eguiguren era un pagafantas. Un pagafantas adulto y político, un buen hombre al que le dolía el odio y la incomunicación, la violencia y la muerte.
Con cáñamos arrancados a los pírricos intentos de Eguiguren de consolidar una paz en tiempos de Zapatero, poco antes del atentado de Barajas, Cobeaga reproduce un reflejo distorsionado, un “así pudo ser”. En ese camino de hipótesis, entre el Cobeaga guionista y el Cobeaga director, surge un filtro de una humanidad conmovedora. Se llama Ramón Barea y ha sido fraguado en los mismos altos hornos de la interpretación que forjaron figuras como Fernando Fernán Gómez, Pepe Isbert y Paco Rabal. Barea se hizo actor en el teatro, pero será en el cine donde le veremos alcanzar la excelencia. De hecho, su interpretación en Negociador es excelente y consigue convocar sin impostura lo que Cobeaga supo ver: la extraordinaria valía (y soledad) de quienes se niegan a seguir al rebaño o a la manada. A su lado, Josean Bengoetxea (parece no haber una buena película vasca sin él), y Carlos Areces (al que echaron del Goya por no (con)firmar su silencio), encarnan lúcidamente las dos caras de ETA. Cierto es que la mayor o menor capacidad de vincular los personajes de Negociador con sus fuentes nutricias, condicionará la lectura, pero, más allá de desviaciones ficcionadas, lo que queda en la sala de cine cuando se proyecta esta hermosa, demoledora y sin embargo, entrañable cinta, es un rictus de incredulidad y una pregunta: ¿por qué?
Un interrogante universal porque en Negociador se (pre)siente el mismo estupor que nos araña ante el Checkpoint Charlie de Berlín. ¿Cómo es posible que cruzar esa carretera se pagase con un tiro en la cabeza? La banalidad del mal no es la única respuesta.
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