Los peligros de mirar al interior
OUIJATítulo Original: OUIJA Dirección:  Stiles White   Guión:  Stiles White y Juliet Snowden  Intérpretes:Olivia Cooke, Daren Kagasof, Douglas Smith, Bianca Santos, Ana Coto y Shelley Hennig    Nacionalidad:  EE.UU. 2014  Duración:  89 minutos ESTRENO: Diciembre 2014
Divertimento para sortear la monotonía de las noches de invierno para unos; llave de entrada a lo desconocido para otros, la Ouija, un abecedario ilustrado sobre el que supuestas fuerzas ocultas deletrean mensajes que son recibidos por sus practicantes como revelaciones del más allá, ya tiene su película. Hablamos de la Ouija oficial, la que emana de un constructo de origen incierto patentado por la fábrica de juguetes de Rhode Island llamada Hasbro.
La juguetera yanqui, dueña de Monopoly, no se anduvo con sutilezas a la hora de comercializar un artefacto del que, en otros tiempos, se hablaba con temor y susurros. Reconvertida en un juego familiar, en el año 2008, el productor de éxitos del verano Michael Bay, pensó que sería un buen negocio hacer un filme inspirado en él. No fue fácil. Seis años después y muchos nombres perdidos en el camino dan fe de la dificultad de la empresa. Lo que finalmente ha surgido, bajo la dirección de Stiles White, no responde a ese proyecto destinado a arrasar taquillas. Al contrario, estamos ante un filme de bajo presupuesto y cierta corrección; un austero producto de terror teenager que bucea en las sombras para disimular la humildad de sus medios. Hay más suspense que sustos, más oscuridad que luz. Lo que no hay es demasiada originalidad ni ningún detalle relevante que la haga memorable. Hace unos años hubiera sido definida como carne estimable de video-club.
Ouija se abre con dos amigas practicando ese juego del que muchos, con mayor o menor afinidad, han sabido alguna vez en su vida. Son dos niñas. Una elipsis resuelta con un contraplano, nos traslada al presente y para cuando sale el título, el drama, la tragedia, ya se ha manifestado. White, tras años ocupándose de otros oficios en filmes como El sexto sentido (1999) y Señales del futuro (2009), debuta como director. Y lo hace con sobriedad. Sin rasgos de una autoría singular. Al servicio de un argumento que, como hizo Hasbro, trata de domesticar lo que convoca el peligro no del abismo infernal sino de la enajenación mental
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