Laverty y Loach, en su acercamiento a la biografía de Jimmy Gralton, descubrieron que entre este comunista irlandés, un esforzado practicante de la enseñanza laica, la libertad y el marxismo, y Charlie Chaplin había un paradójico entrelazado. A Chaplin, las autoridades norteamericanas, las mismas que bailaban el agua a Hitler mientras Chaplin filmaba El gran dictador, le prohibieron regresar a EE.UU. privándole de esa libertad de la que alardea un poder político demasiado acostumbrado a abusar de su poder.

La India ejerce una fascinación de peso monumental ante la que han cedido para su desesperación muchos cineastas. Solo los más grandes pudieron salir fortalecidos de ese contacto con un país atravesado por contrastes de baja miseria y alta belleza. Renoir, por ejemplo, filmó una maravilla titulada El río (The river, 1951) y su experiencia resultó determinante para todos los que le sucedieron.