El fuego aliado también mataELHOMBREMASBUSCADOTítulo Original: A MOST WANTED MAN Dirección: Anton Corbijn Guion: Andrew Bovell según la novela de John le Carré Intérpretes: Philip Seymour Hoffman, Rachel McAdams, Willem Dafoe, Robin Wright, Grigoriy Dobrygin y Daniel Brühl. País: Reino Unido, USA y Alemania. 2013. Duración: 122 minutos ESTRENO: Septiembre 2014
A Philip Seymour Hoffman le sobrevino la muerte cuando el actor (y director) norteamericano había conseguido un híbrido genial. Su talento para la interpretación, su capacidad para pasar de la ternura al horror sin modificar ni un sólo músculo de su cara, había logrado revivir un cruce inimaginable. En su persona (y sobre todo en sus personajes más oscuros) se adivinaba una sed de mal en la que comenzaba a emerger la monumentalidad doliente del Orson Welles de los años 60. En otros casos, cuando se metía en la piel de sujetos vulnerables (menos oscuros,pero no menos turbios) Hoffman absorbía la engañosa fragilidad de Alec Guinness, brillante camaleón que supo asumir el universo de John Le Carré con talento insuperable.
Ha sido en ese universo de tram(p)as y espias, de juegos maquiavélicos y mentiras sin fin, donde Hoffman hizo su última función. Inevitablemente, El hombre más buscado adquiere un carácter de despedida luctuosa, un agur que evidencia dos cosas: el enorme valor de Hoffman y la escasa pegada de su director, un Anton Corbijn (Control, El americano) que hace un esmerado trabajo, pero al que se le nota en exceso sus deseos de autoría. El hombre más buscado responde a la estética del cine de espías del tiempo presente, el de la obsesión post-Bin Laden, el de la nueva cruzada del siglo XXI. Corbijn traza bien, aunque le cuesta más de la cuenta situar su trama, un campo de batalla en el que el fuego amigo es más letal que el del enemigo y en donde los soldados de ese tablero son peones sin capacidad de respuesta. En ese juego clásico, Hoffman se pasea triunfante en medio de secuencias desiguales en las que se alteran coreografías artificiales y personajes excesivos. Pero ni la dirección débil ni el casting errático empañan la prosa de Carré y la potencia de Hoffman. Ambos consiguen transmitir y convocar el rumor letal de la codicia (in)humana.
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