El justiciero burlado

Título Original: LES SALAUDS Dirección : Claire Denis.  Guión: Jean-Pol Fargeau y Claire Denis   Intérpretes: Vincent Lindon, Chiara Mastroianni, Julie Bataille, Michel Subor, Lola Créton y  Alex Descas  Nacionalidad:  Francia. 2013   Duración: 100 minutos ESTRENO: Marzo 2014
 
Afirma Claire Denis que en el comienzo de este proyecto, en su núcleo más profundo, estuvo Akira Kurosawa. Exactamente el Kurosawa del cine negro, el de Los canallas duermen en paz (1960). No se trata de una de las grandes obras del autor de Rashomon (1950) pero sí habita(ba) en ella, la vertiente más oscura y menos frecuentada del más internacional de los cineastas japoneses. Argumentalmente la película de Claire Denis en nada se parece a aquel relato sobre la creciente corrupción política y empresarial de un Japón en plena expansión económica.  En su lugar, Denis opta por adentrarse en una zona obsesivamente pantanosa. Aquí, las sombras lo presiden todo pues todo en ella pertenece a la penumbra, a lo que se percibe sin claridad y se vive sin saber qué ha ocurrido y/o por qué.  
Si Pedro Costa, el autor de Juventud en marcha, se encomienda a Jacques TourneurClaire Denis, en las antípodas del relato canónico, apela a la protección de John Ford y su capacidad para penetrar en la angustiosa soledad del héroe. El protagonista de Los canallas, el capitán Marco Silvestri (Vincent Lindon), responde a ese paradigma. Su personaje es un marino que regresa ante la llamada desesperada de su hermana. Su cuñado, y pese a ello buen amigo, se ha suicidado. Hay una sobrina drogodependiente y sexoadicta, una viuda destrozada, una empresa arruinada y un corruptor, el presunto culpable, que encarna la malignidad.
Con ese esqueleto argumental Claire Denis, una cineasta francesa que durante su juventud recorrió África, y que aprendió el cine bajo las directrices de Wenders, Rivette y Costa Gravas, sale del letargo provocado por el éxito de Una mujer en África (2009). Aquel filme protagonizado por Isabel Huppert era, hasta ahora, la única película suya estrenada entre nosotros. Con este largometraje que hace el número diez, Denis repite la suerte pero sin que se produzca en ella ninguna renuncia estilística. Denis permanece fiel a unos estilemas que exigen del espectador atención y paciencia. La recompensa merece la pena.
Entre otras cosas porque no hay en Los canallas nada convencional ni canónico. Todo se desenvuelve en su interior como en un duermevela. Hay apariciones desbordadas en emotividad, y planos anegados por la perversión. Es la suya la suma de secuencias que, a modo de revelación, iluminan tanto como ciegan. Como el protagonista del relato, un marinero en tierra ¿firme? que deambula desbrujulado, el espectador se ve zarandeado por unos acontecimientos que se suceden sin una evidente conexión, sin una causa-efecto detallada. Un devenir que le supera. Claire Denis se aferró a este guión como la manera de romper la inmovilidad provocada por su anterior película, la fascinante y ya citada, Una mujer en África. En consecuencia, Denis releyó para reescribir la tradición del cine negro en un país que ha cultivado un género que en Francia desborda en maestros y en maneras propias. ¿Es posible reinventar el clasicismo? A (de)mostrar eso se aplica Claire Denis con su dolorosa cinta sobre un detective aficionado, un hermano en busca de venganza, un centauro en el desierto de una contemporaneidad marcada por la depravación y la decadencia. Pocas veces un filme con tan poca luz brilló con tanta fuerza. Pocas veces un justiciero ha sido tan deslumbrado y ha pagado tan cara su ceguera. 
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